Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Palma a la vista

Una ciudad de cuidado

El pájaro de Ferran Aguiló descansa en el parque.

No nos tomemos demasiado en serio a Palma porque es una ciudad de cuidado que se ha olvidado de cuidarse, y de lo mucho que tiene que cuidar. El gobierno municipal se sigue olvidando de algunos de sus bienes. Bien está que se ocupe de la porquería que invade una ciudad que tira sus cacharros a la calle impunemente, pero no basta con arreglar el mal. Hay que ocuparse antes de que el virus infecte el cuerpo.

A menudo se habla de ciudades como si fueran cuerpos, se enumera sus enfermedades, se citan las epidemias que sufren en sus etapas de crecimiento. Concedamos entonces que quienes vivimos en ese cuerpo, que nuestro estado de salud correrá parecida suerte a la de la ciudad. Si vivimos en una urbe que no se cuida, acabaremos ingresados. O nuestro arte.

A finales de los noventa. Se gastó un fortunón de nuestros impuestos en hacer de Palma la embajadora de la Universiada. Uno de sus cometidos que costó un ojo de la cara fue llenarnos de esculturas, por llamarlas de alguna manera, en determinados casos, el centro de Palma.

Nadie supo qué criterios se siguieron para elegir las piezas ni el lugar dónde depositarlas. Da igual. Se dejaron con mayor o menor tino en el passeig Sagrera, y en el Baluard, museo que todos sabemos cuán irregular fue su parto. Otras, acabarían olvidadas en almacenes, o simplemente, mudaron lugar.

Algunas echaron el vuelo. En el parc de ses Fonts hizo nido el Gran ocell belinés, de Ferran Aguiló, aunque inicialmente lo colocaron en sa Riera, en la cuña verde, otro descuido de esta ciudad de cuidado. El pájaro hecho con material de reciclaje, algo habitual en la obra de Aguiló, fue expuesto y aplaudido en Berlín. Aquí le dejaron a su suerte. El mal estado de conservación la llevaron al éxodo. Hoy luce en una de sus patas, una quebradura en sus ligamentos de óxido. Pero nadie la cuida.

Como ocurre con un porcentaje muy alto de las esculturas que están en la calle. ¿Cómo se explica que no se vele por el patrimonio artístico de la ciudad? ¿Qué decir cuando se anuncia a bombo y platillo el gasto en obras de arte que nos harán equipararnos a las muy cultas ciudades europeas si nos limitamos a pagarlas y después las dejamos a su suerte? ¿Cómo se atreven a despreciar al autor? ¿Y a los ciudadanos?

En la descuidada ciudad de cuidado el cuerpo está enfermo, por pura dejadez, por desmemoria, por falta de aprecio y respeto al patrimonio de todos, a su cultura. Quizá, en un descuide, la patrulla recoge trastos meterán en los camiones algunas esculturas, de puro abandono, son capaces de confundirlas con material de desecho. Todo es posible en Ciudad de cuidado, o sea, que mejor andemos con cuidado que el día menos pensado nos recogen.

Compartir el artículo

stats