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Palma a la vista

Modelo "turismo de experiencia"

Usted no vive en Palma - No en el centro - Ahora es transeúnte de la Liga del Mar Báltico, a la que Alemania abrió el paso

Llega un nuevo vecino al barrio ´europeo´. L. D.

Se equivoca si piensa que usted vive en Palma. La ciudad donde nació se ha hecho una operación estética que la ha dejado tan irreconocible como a Nicole Kidman. La factura del cirujano aún se está pagando en la ciudad, total por ponerse unos morros de Mick Jagger, alzarse el trasero como Beyoncé y achinarse la nariz.

Entre Canamunt y Canavall hubo lucha histórica. Este verano se montó una parodia en rojo y amarillo de la contienda entre barrios. Ambos luchan ahora en el parqué de las inmobiliarias. El metro cuadrado de uno y otro se vende caro. En ambas zonas solo hay una linde que separa la lengua de la nueva ciudad, Cort, donde se habla catalán y español. Por abajo se comunican en alemán, y por arriba, están entre el sueco y el danés. A la operación de maquillaje se han sumado las lenguas autóctonas.

Cuando creíamos estar salvados por la tozudez que caracteriza al mallorquín de pro, resulta que vienen los de Eivissa. En feudo Gerhard, en territorio Rialto Living, donde hubo un tiempo que se merendaba el mejor chocolate de la ciudad, con perdón de Can Joan de s'Aigo, o se veía buen cine, o iban los marines de la US Navy a hacer de las suyas y donde se escuchó el mejor rock de la isla que también a veces sonaba extranjero, el Centro de la Guitarra, muy cerca del Celler Montenegro donde comió mucho años el escritor Cristóbal Serra, al que se le sigue añorando, llegan a todo trapo los de Sluiz Ibiza. Sus impulsores, los holandeses Yvonne y Hans abrieron primero en San José, después en Santa Gertrudis, lo que ellos mismos describen como "una tienda bonita, un lugar mágico, una aventura, una experiencia, una inspiración". Quien lo conoce, asegura que es "impresionante" este negocio que hace de los objetos reciclados su base. Aquí no parece que vayan a alcanzar los 6.000 metros cuadrados del local de la isla vecina, pero es seguro que van a venderse esos productos a precio solo apto para la Europa rica. España está obviamente fuera de tan restringido club.

Se está repensando una idea entre muchos palmesanos: si ser destino turístico nos convierte en algo que no somos, quizá sería mejor dejar de serlo. El axioma es tan sencillo como este. Si vienen en busca de eso que llaman "experiencia", y la que aquí se ofrece (u ofrecía hasta hace bien poco) está mudando de piel, llegará un momento que esos selectos turistas se encontrarán en un lugar que se parece demasiado a su casa y que tiene poco de ese pizca mediterránea que quieren añadir al salmón.

Simplemente porque sus habitantes se habrán ido a otra parte, fuera murallas. Para ellos también, será una secuela del llamado "turismo de experiencia".

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