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Palma a la vista

Plaza pasquín

´Guerra´ de rotuladores en un lugar que rinde homenaje a un conocido notario, a caballo entre la vida de barrio y la de ciudad turística

La plaza Raimundo Clar, a caballo entre la vida de barrio y ser destino turístico.

En la misma plaza en que una niña se mueve en patinete, unos jubilados se solean y un parado hace un molinete con los dedos de sus manos, alguien escribe su soflama. En la misma plaza en que un residente ha colgado su traje de neopreno en la terraza y en el piso de arriba, se ve una guitarra española aguardando a que alguien la agarre y rasguee sus cuerdas, alguien garabatea encima de un anterior escrito. ¡Ni qué decir de sentido diametralmente opuesto al que manchó la pared por primera vez! Verbo libre el de las pintadas callejeras.

La plaza responde a un notario de fama y político de la UCD, Raimundo Clar, que fue el primer conseller de Cultura del Consell General Interinsular. Fue diputado de la UCD. Fallecido en 2010, el Ayuntamiento de Calvo quiso dedicarle una calle pero con el PP en Cort la vía se amplió a plaza. La que se conocía como plaza Nova Flassaders ha acabado loando al notario. Los nacionalistas de Més estuvieron en contra de la medida.

Hoy se leen frases anticatalanistas, son borrones a las que en su origen eran libertarias.

Dice así: "Catalanisme és condemna à la misèria". Se ve a las claras por el trazo que antes había otro vocablo, posiblemente "feixisme". Además, la sentencia está escrita sobre el cristal de una ventana que lleva años cerrada. La ventana de su lado dice así: "No qui és rebela". Por lógica semántica, ese "catalanisme" no se aviene con la frase de la segunda ventana; sí cuadraría ""feixisme"".

En esa misma plaza, en la que unas mujeres se cuentan sus vidas y otro grupo se toma un aperitivo en el bar del centro Flassaders, otra ventana cegada ha servido de encerado para otra sentencia.

Se lee, esta vez en rojo: "Anarquista és qui no vol explotar ni vol estar explotada".

En esta plaza, se ha colocado un rótulo, en el canto del edificio público de Flassaders, en el que se recuerda que ahí estuvo la fábrica de tejidos de Vicente Juan. Era el año 1862. La conocida como Can Ribas.

Es fácil imaginar la salida de los obreros tras una jornada laboral larga, tediosa, quizá somnolienta con el soniquete de los telares. Era aquella pequeña ciudad regida por el alcalde del Partido Moderado, Mariano Quintana Ramón. La misma que el empresario Vicente Juan puso fábrica de tejidos de lana y algodón, mantas y otras prendas.

En el barrio que fue llamado chino por albergar la prostitución, se han hecho importantes actuaciones urbanísticas, se han construido edificios de viviendas subvencionadas, se ha esponjado. Muchas de ellas siguen vacías, algunas de las calles aún desprende ese tufo a abandono, incluso con la crisis sin piedad han vuelto a proliferar las prostitutas. Con todo, es una zona viva, a caballo entre la vida de barrio y la de ciudad turística. Donde en las ventanas se pelean a golpe de tinta.

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