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Palma a Palma

Los seres simétricos

Los seres simétricos

La calle es también escenario de nuestra vida interior. Aunque parezca una paradoja. Cuesta darse cuenta, porque todo en ella es movimiento y animación. Parece imposible desarrollar la introspección en medio de tanta gente, ruido y coches. Pero allí también pasan cosas reflexionantes y profundas.

Existe un fenómeno, por ejemplo, que me fascina. Son los seres simétricos. Aquellos que llevan una vida paralela a la nuestra.

Si algo cuesta es contemplar el paso del tiempo en ti mismo. Las cosas se ajan, envejecen, se transforman de acuerdo al decurso de los años. Sin embargo, cuesta mucho ser consciente de ese proceso cuando se trata de uno mismo. Con tus ojos interiores te ves igual que a los veinte años. Pasa el tiempo y no percibes arrugas, bolsas de ojos ni canas en tu alma. Si no fuera por los cumpleaños y determinados ritos sociales, te daría la impresión de vivir en una perpetua adolescencia.

Pero allí están los seres simétricos para demostrarlo. Son esos personajes a los que no conoces personalmente. Muchas veces ni siquiera has cruzado unas palabras. Sin embargo, te has cruzado con ellos durante años. A veces a lo largo de toda tu existencia.

Los veías salir el portal con sus padres de jóvenes. Luego con su mujer, con sus hijitos. Más tarde han empezado a encorvarse. Sus padres han muerto. Sus hijos son adultos. Y ellos pasan por delante de ti como una imagen palpable del paso del tiempo. A veces, no los habías visto desde hacía veinte o treinta años. Y te deja perplejo el efecto del tiempo en su aspecto.

Y entonces comprendes, con una especie de hondura un poco vertiginosa, que tú para ellos también eres un ser simétrico. Y que probablemente se horroricen igualmente pensando en lo mucho que has cambiado y envejecido.

Cuando tú te sientes todavía un adolescente.

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