Este artículo fue publicado originalmente en Diario de Mallorca el 18 de enero de 2016, cuando se cumplía el centenario de la puesta en marcha del primer tranvía eléctrico de Palma.

Este año se celebrará el centenario de la puesta en marcha del primer tranvía eléctrico en Palma que, por desgracia, desapareció hace décadas de sus calles. Fue la ciudad de Nueva York, en 1832, la primera en disponer de un tranvía de caballos. En España, la localidad pionera fue Carcaixent, en Gandía (1861). Capitales como Madrid o Barcelona los tuvieron en 1870. Palma tuvo que esperar hasta 1891 para poder disponer de este tipo de transporte.

Según Jordi Bibiloni, estos primeros tranvías de mulas estuvieron destinados al tiempo de ocio de los ciudadanos. Hay que tener en cuenta que a finales del siglo XIX, la ciudad conservaba prácticamente sus murallas intactas y, a pesar de la existencia de núcleos poblacionales como Son Rapinya, es Coll o el Terreno, todavía no habían experimentado el crecimiento que tendrían décadas después.

La historia empezó con la fundación de la Sociedad Mallorquina de Tranvías, entidad que consiguió la concesión de la línea que iba de la plaza de Cort a Portopí, es decir, sus carriles discurrían por el litoral palmesano, lugar de residencia y ocio de la ciudad. Los primeros vagones tirados por mulas, fueron comprados en Liverpool. El trayecto que recorría este primer tranvía comunicaba a los usuarios con barrios residenciales de recreo: Son Alegre, Son Armadans y el Terreno. En pocos años se vio que este tipo de transporte no era el adecuado para satisfacer las necesidades que reclamaba las nuevas realidades de la ciudad. Básicamente por dos motivos: el primero era sin duda que el tranvía recorría exclusivamente una línea, lo que limitaba extremadamente su servicio; el segundo era su lentitud.

Santiago Rusiñol se percató de ello nada más llegar a Palma, dejando escrito en su famoso libro L´illa de la calma aquello de que "un tranvia d´aquests no és per dur presses. Qui en dugui que se´n vagi a peu que arribarà més aviat. Més que una eina per fer camí, ve a ser una mena de casino o una reunió familiar per a tenir les seves converses".

De hecho, fue a partir de los años veinte del siglo pasado cuando el tranvía, ahora ya eléctrico, se convirtió en el medio de transporte urbano más importante de las medianas y grandes ciudades europeas.

En Palma, la substitución de los tranvías de mulas por los eléctricos, llegó en el año 1916. En esa época se estaban derribando las murallas, el Plan de Bernat Calvet para el ensanche de la ciudad ya se estaba ejecutando. El movimiento migratorio del campo a la ciudad fue incrementándose paulatinamente y muy pronto la ciudad se vio en la necesidad de disponer de un sistema de transporte público capaz de trasladar cada día a los trabajadores de sus casas al trabajo y viceversa.

En el año 1914 se constituyó la Sociedad General de Tranvías Eléctricos Interurbanos de Palma, la cual compró la antigua Sociedad Mallorquina de Tranvías. La Sociedad nació con la clara intención de conectar los barrios periféricos de Palma con el centro, mediante una red de tranvías eléctricos. El servicio se inauguró el uno de junio de 1916, el mismo día que Salvador Hedilla realizaba el primer vuelo entre Barcelona y Palma, y del que ya tuvimos ocasión de recordar. Jordi Bibiloni nos recuerda que en la inauguración, fue mosén Antoni Maria Alcover el encargado de bendecir los tranvías. La red de electrificación fue proyectada por Pere Garau Tornabells, hijo del ingeniero Pere Garau, proyectista del tren de Sóller. El proyecto fue ejecutado por los hermanos Queralt, técnicos de la Siemens de Barcelona. En un primer momento, las cocherías estuvieron ubicadas en el calle Aragó, esquina con la calle Gabriel Maura, para posteriormente trasladarse a unos terrenos de Can Capiscol. En los periódicos de la época se pudieron leer todo tipo de alabanzas hacia el nuevo sistema de transporte: "...la ciudad recibe una nueva mejora que a más de elevar su categoría, representará una serie de facilidades que democratizarán la vida. Gracias a la carrozza di tutti se acortarán distancias permitiendo mayor abarcamiento de los negocios, la vida cómoda en los ensanches, que es acopio de aire fresco [...] a los modestos les permitirá el veraneo y hasta la vida en los caseríos, ventaja que solo podían disfrutar quienes estaban dispensados de un trabajo incesante". Por desgracia, el día de la inauguración, bajando la cuesta de Conquistador, el tranvía, que iba repleto de pasajeros, cogió gran velocidad y al llegar a la curva de la plaza de la Reina volcó, aplastando a un joven viandante.

Aquel verano de 1916 convivieron el tranvía de mulas y el eléctrico.

Las primeras líneas electrificadas fueron las que iban de la avenida Antoni Maura- Portopí, la del Born-Porta Sant Antoni y la de Porta de Sant Antoni-Hostalets. Ya en los años veinte se amplió el servicio con la creación de las líneas de Hostalets-Pont d´Inca, Cas Català, El Molinar-El Arenal, Santa Catalina-Son Roca, Bonanova-Gènova, Porta de Sant Antoni-La Soledat, Sant Miquel-Establiments, y el ramal de la plaza de Toros.

Durante la Guerra Civil los tranvías fueron militarizados. Ya en la posguerra, las restricciones de corriente eléctrica y la falta de piezas de recambio provocó un empeoramiento del servicio. En 1952, por iniciativa privada entraron en funcionamiento algunas líneas de autobuses. Fue el principio del fin de los tranvías que se fueron retirando poco a poco. En 1959 se sustituyeron los últimos que quedaban por una flota de autobuses. Finalmente la empresa pasó a denominarse SALMA (Sociedad Anónima Municipal de Autobuses), hasta que en 1985 se municipalizó convirtiéndose en la actual EMT.

El lector seguramente conocerá más de una anécdota palmesana que tuvo al tranvía como escenario. Como por ejemplo, aquella escena del pintor Gaspar Terrasa, s´homo més net de Palma, según Lluís Fàbregas, residente del barrio del Terreno que al salir de su casa, con su traje impoluto, siempre de blanco, y encontrarse la calle, actual Joan Miró, llena de barro tras la lluvia, cogía un buen número de periódicos con los que iba haciendo un camino hasta la parada del tranvía. Otra escena, de la que las palmesanas y palmesanos más mayores seguro que se acordarán, era la que se repetía diariamente por los niños y niñas de Palma. Me refiero a los famosos "penjos" en el tranvía, que consistía en colgarse en el tope trasero del vagón cuando ya estaba en marcha, a escondidas del cobrador. Siempre hubo acuerdo unánime en proclamar a na Bel Rollet como la persona que hacía los mejores y más espectaculares penjos de Ciutat.