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Sa Torreta

Palma bien vale una misa

El hecho religioso es un asa a la que se agarran quienes están convencidos de que el paso del hombre por la Tierra no puede ser efímero

¿Qué será lo siguiente que discriminen?

El hecho religioso es un asa a la que se agarran quienes están convencidos de que el paso del hombre por la Tierra no puede ser efímero. Los descreídos razonablemente cultos saben que la religión impregna la cultura. Y el cristianismo marca nuestro calendario, arte y costumbres. Ya lo dijo Enrique IV: "Palma bien vale una misa".

Es ridículo, como poco, que el Ayuntamiento excluya la misa de Sant Sebastià del programa oficial de las fiestas de Sant Sebastià. No se trata de que la corporación acuda en santa procesión al oficio religioso ni de que oren al santo para que nos libre de nuevo de la peste. Aunque hay que reconocer que las pestes, otras pestes, siguen azotando la ciudad.

La misa se puede incorporar a título informativo igual que se incluye a los radioaficionados o a los ciclistas. A los rockeros o a los flamencos. A los culturetas y a los que disfrutan con una petardada (o sea, quienes parecemos niños en cuanto estallan unos cuantos fuegos artificiales).

Excluir se llama discriminación. Intransigencia. Segregación. Hoy se discrimina a los cristianos y mañana a los socialistas o a los comunistas. Ayer se ninguneaba a los homosexuales y el lunes algunos querrán hacer lo mismo con los muy machos. Hoy se señala a los vegetarianos y la semana que viene a los que disfrutan con torrar xulla, botifarró y sobrassada. Y no me obliguen a citar a Brecht. No incluir en el programa la misa de Sant Sebastià es todo eso: discriminación, segregación e intransigencia. Con una diferencia, las fiestas se celebran porque Sant Sebastià es el patrón de la ciudad. Luego, según sus creencias, tómelo como una cuestión religiosa, cultural o arcaica.

Las sociedades pacíficas y modernas no son excluyentes, sino inclusivas. En una fiesta caben los ateos, los creyentes y los agnósticos. Escudarse en la votación de la comisión de fiestas populares es ratificar la historia: crea una comisión cuando quieras eludir un problema, esquivar una responsabilidad o manipular la verdad. Una nueva muestra de cobardía de la que quiere presentarse como la nueva izquierda.

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