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Palma a la vista

La "bitácora" de Fabián

El mar fue una constante en los escritos de Fabián. Su prima Teresa lo retrata.

La "barquichuela" de Fabián Montojo se ha adentrado en Alta Mar. Somos muchos los que hemos navegado y aprendido de sus ojos "hartos de mirar y no ver" a través de su bloc, justamente llamado Alta Mar. La entrada de ayer fue clara, concisa, rotunda. Como la muerte, la de Fabián, anunciada por su hijo Pedro: "Hoy (28 de diciembre) mi padre ha fallecido a las 16.10 de la tarde, en la UCi de la Policlínica Miramar. Entre las diversas pasiones de mi padre hubo varias que siempre le marcaron, una su ciudad: Palma, dos la lectura y la cultura en general, y tres las "nuevas tecnologías".

Un día como hoy, once años atrás, el profesor de matemáticas que fue inició una navegación en la que Palma fue recorrida de arriba a abajo, sin faltar detalles, apuntes, notas, que acreditaban la veracidad de sus escritos. En sus entradas se percibía el profundo amor a su ciudad, la que tiene quien la pasea, la conoce, reconoce, a veces entre sorpresa y perplejidad porque en estos once años, Palma ha cambiado mucho. Hay quien piensa que para mal.

Empezó Fabián su "cuaderno de bitácora", así lo quiso llamar, jugando con el lenguaje marino que emplea la red. En sus navegaciones, era de agradecer encontrar entradas (links) que te llevaban de un sitio a otro para que cada uno se trazara su propio camino. Su bitácora ha sido, y seguirá siéndolo porque ahí está, en el ciberespacio, un gesto de generosidad.

Fabián fue una persona convencida de la virtud de la comunicación, de divulgar los conocimientos, de compartirlos. Hoy las herramientas lo ponen fácil, solo que muchos se olvidan que no basta con apretar un botón para navegar por aguas que no siempre son calmas. Un buen marinero tiene que tener olfato, ser observador, crítico, silencioso, humilde, ser capaz de estar en silencio muchas horas y sin embargo, sentirse en la mejor compañía: la mar, el cielo, las estrellas, el barco, los pájaros, los peces, el viento, el sol. Esa Alta Mar que hoy ha acogido a ese gran navegante que fue el profesor de matemáticas.

A diferencia de tantos pequeñas personas de ciudad de provincias que antes que lisonjear a los de casa prefieren enaltecer a algún extranjero tan solo porque creen que así los demás le juzgaremos como personas con mundología, Fabián supo navegar usando los mapas de los de aquí y también los de allá. Los citó, no se olvidó de dar gracias a sus fuentes, aquellos de los que él se alimentaba.

Así habló de árboles, de pintura, de casas, de plazas, de exposiciones, de descubrimientos, de novelas, de amigos, de iglesias, de jardines, de bibliotecas, de fiestas, de la universidad, de cartografía. Nada le fue ajeno a este hombre larguirucho que se fue sin más, cuando nadie lo esperaba, en una clínica de Palma que justamente se llama Miramar.

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