Los móviles y otros dispositivos electrónicos no han logrado, hasta ahora, acabar con las agendas. Aunque seguramente somos minoría los que seguimos dependiendo de una libretita con fechas. Siempre a mano. Llena de tachones. Con la bitácora imprescindible para organizarse.
Los consumidores de agendas vivimos en estas fechas un tránsito especial. Es el momento en que se acaba la agenda del año anterior y todavía no has empezado la del siguiente. Te encuentras entre dos agendas.
Como estos recordatorios fluctúan entre un período de una o dos semanas, cuando coinciden precisamente con el cambio de año se te plantea un problema práctico. ¿Dónde apuntar los compromisos de finales de ejercicio y comienzos del otro? Porque las dos tienen su apartado extensivo. Y no sabes si lo correcto es apuntar la prórroga del 2015 o el anticipo del 2016. Porque luego, al cambiar, puede que te olvides de lo apuntado.
Pero, además, se plantea una interesante reflexión epistemológica. Sobre el paso del tiempo. De su concepto abstracto y su traducción concreta. La agenda nueva representa el tiempo puro. Todas las fechas están en blanco. He aquí un año por llenar, una unidad de tiempo sin contenido. El tiempo objetivo.
En cambio, la agenda vieja resume un período muy concreto de tu vida. Con sus acontecimientos. Sus propósitos incumplidos. Sus momentos felices y los tristes. Es el tiempo transcurrido, aplicado. Ese tiempo que a veces pasa rápido y otras muy lentamente. El tiempo subjetivo.
Pero es que, además, la agenda nueva tiene una gran calidad ensoñativa. Cada año abres la nueva libreta y te preguntas secretamente: ¿Qué pasará? ¿Cuáles serán los acontecimientos que serán reflejados en ese listado? ¿Habrá alguna mala noticia? ¿Sobrevivirás al decurso de tu agenda? Es un sentimiento hamletiano y existencial, que sólo se produce en el momento entre dos agendas.
Cuando dejes la antigua y estrenes la nueva, se habrá acabado el interregno. El interespacio. Y te olvidarás de todas estas metafísicas hasta finales de diciembre del año que viene.
