Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crónica de antaño

El Estandarte del Rey

El Estendard se coloca en la plaza de Cort cada 31 de diciembre. En la imagen, la Festa de 2014.

El alba no ha cogido por sorpresa al ejército de Jaime I. Tanto los hombres de a pie como los caballeros ya están dispuestos para lo que debe ser el asalto final. La noche anterior, dos escuderos del noble Llop Xemenis de Lusia han accedido a la ciudad a través de las minas excavadas bajo los muros. Al recorrer las calles de Madina Mayurqa, han podido comprobar cómo los cadáveres estaban esparcidos por doquier sin haber recibido sepultura. Han tenido la sensación de estar en una ciudad cansada y abandonada. Han seguido recorriendo las murallas por el interior y se han dado cuenta de que ningún sarraceno estaba vigilando entre las torres quinta y sexta. Sin perder tiempo han regresado al campamento y han informado al caballero Llop. Este, a su vez, le ha transmitido la noticia al rey Jaime, el cual, finalmente, ha tomado la decisión de atacar con las primeras luces del día. Por eso, ahora que ya se ha ido la noche y aún no ha llegado el día, toda la hueste está equipada con sus pertrechos, preparada para el combate.

Unos sirvientes colocan el altar portátil. Al fondo, como retablo, las blancas murallas de la ciudad. Celebran la que para muchos será su última eucaristía. Tras la misa, los hombres de a pie, ceñidas sus espadas, armados con escudos y lanzas y protegidas sus cabezas con bacinetes, se colocan ordenadamente ante los muros desvencijados que flanquean Bab al-Kofol, la puerta norte de la ciudad. Tras ellos, los caballeros que, revestidos con las pesadas cotas de mallas, lucen su heráldica en los escudos, cervelleras y sobrevestas; al igual que en las gruperas y testeras de sus caballos. Solo la suave brisa de terral irrumpe suavemente en la quietud y el silencio que señorea al ejército. De repente el rey arenga a sus huestes repitiendo: "¡Adelante, barones, y no olvidéis en luchar en nombre de Dios nuestro Señor!". Sin romper la formación, la infantería empieza a avanzar. Se dirigen hacia el foso de las murallas, justo hacia la brecha abierta en el muro días atrás, y sin recibir ninguna orden, de forma espontánea se ponen a gritar al unísono: "¡Santa María, santa María!". Lo repiten una y otra vez, ininterrumpidamente, y así siguen avanzando rítmicamente al paso, mientras que a través de la brecha van penetrando en la ciudad.

Mientras el rey observa la escena, ve como unos soldados de las huestes de Barcelona rompen la formación para escalar una de las torres de la muralla. Unos sarracenos la defienden, pero el ardid de los catalanes les permite coronarla y arrojar al enemigo al vacío. El resto de los cruzados observa con retenida emoción la escena que estalla de júbilo al ver como sus osados compañeros izan el estandarte del rey. Mientras tanto, desde lo alto de la torre, los soldados señalan con sus espadas el lugar donde hay vía libre para pasar, mientras gritan: "¡Adelante, adelante que la ciudad es nuestra!".

De esta manera, sin haber empezado la batalla del asalto a Madina Mayurqa, flamean en lo alto de sus muros, por primera vez, las barras rojas y doradas de los reyes de Aragón, antiguo estandarte de los condes de Barcelona, una de las enseñas más antiguas de Europa. Unas horas después, rendida ya la ciudad, se izará de nuevo en la torre más alta de la alcazaba del valí, ahora convertido ya en castillo real de la Almudaina.

Desde el primer momento después de la conquista de 1229, el Estandarte del Rey fue considerado el símbolo fundacional del Reino de Mallorca. Por ello, desde fecha muy temprana, se empezó a celebrar la Festa de l´Estendard. El cronista Ramon Muntaner ya la documentó en 1286, diez años después de la muerte de Jaime I. En aquel entonces la celebración ya giraba entorno a la enseña real. La institución encargada de organizar la Festa era la Universitat de la Ciutat i Regne. Los jurats de la Universitat invitaban al resto de instituciones o estamentos: civiles, militares y religiosos.

Después de casi ochocientos años de celebración, la Festa de l´Estendard fue evolucionando. Antiguamente, los jurados colocaban el pendón en el centro de la plaza de Cort, tal como se sigue haciendo hoy en día. Allí les esperaba el portaestandarte a caballo, el cual llevaba puesta la cimera del rey de Martín I. Los jurados le entregaban el Estendard -que debía ser más pequeño que el actual- y en comitiva se dirigían hasta el Castillo Real de la Almudaina para ir a buscar al gobernador. Frente al castillo esperaban los caballeros mallorquines, armados a caballo.

También esperaban los arcabuceros (els Dos-cents). Tras sumarse a la comitiva, todos se dirigían a la Seu, frente al portal de la Almoina. Allí aguardaba un séquito eclesiástico encabezado por el obispo y los canónigos. De esta manera se iba formando una larga desfilada en la que la parte civil precedía a la religiosa. Desde la Seu la comitiva salía de la ciudad a través de la Porta de Sant Antoni, aunque el Estendard, como gesto de respeto, era izado por unos marineros por encima de las murallas. Ya en el exterior aparecía una explanada que era conocida con el nombre del Peiró, nombre que hacía referencia a un altar de piedra en el que se hacía un sermón, el cual era muy esperado. Acto seguido, la comitiva se dirigía a la Porta de Santa Margalida con la intención de volver a entrar en la ciudad. El Estandarte del Rey volvía a ser izado por encima de las murallas. Ese era el momento culminante de la celebración, pues recordaba la entrada de Jaime I a la ciudad. Allí, en la calle Sant Miquel, se cantaba un Te Deum, muy sentido, en acción de gracias por la victoria. Los Tamborers de la Sala y los ministriles se lucían haciendo sonar sus instrumentos, mientras los arcabuceros disparaban las salvas.

A partir del siglo XVIII, con la desaparición de la Universidad, fue el creado nuevo Ayuntamiento el encargado de preparar la Festa de l´Estendard. Durante el siglo XIX, tras la desaparición del Antiguo Régimen, la celebración fue decayendo. El año 1828 fue el último en que acudieron los caballeros y en 1851 se empezó a hacer la misa mayor y el sermón en la Seu. La desaparición de las murallas y sus puertas durante las primeras décadas del siglo XX, supuso un cambio drástico en el itinerario de la Festa, el cual se redujo considerablemente, llegándose a consolidar el actual de ida y vuelta: de Cort a la Seu.

Después de casi ochocientos años, la Festa ha cambiado considerablemente. Ahora bien, hay un aspecto que se mantiene vigente: el Estandarte del Rey continúa considerándose el símbolo fundacional del Reino de Mallorca.

(*) Cronista oficial de Palma

Compartir el artículo

stats