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Palma a Palma

¿Como siempre?

¿Como siempre?

De entre las relaciones humanas de cierta importancia, una queda casi siempre olvidada. Recordamos nuestras historias con los familiares, parejas y amigos. Pero raramente somos conscientes de nuestras relaciones con los bares y cafés. Aunque ocupen la parte importante de nuestra existencia. Cada desayuno, cada café de media mañana, cada caña antes de comer, constituyen un ritual importante. Siempre recuerdo la imagen de Jean Schalekamp, gran defensor del desayuno en los cafés. Con el diario, la taza humeante. Mirando a través del ventanal cómo transcurre la vida exterior. Disfrutando cada segundo con la interioridad gozosa de un caracol en su concha.

Cuando se viven esos momentos de forma asidua, ¿cómo no establecer lazos sentimentales con locales y camareros? ¿Cómo no dejar parte de tu vida en ellos? Y casi diría que viceversa. Porque al final, los cafés también necesitan a sus clientes fieles. Que les hacen compañía, comentan con ellos la política o el partido, comparten eso tan intangible que es el paso del tiempo. El momento clave en tu relación con los cafés sobreviene cuando el camarero se acerca a ti con una sonrisa, y te pregunta: "¿Cómo siempre?". Es un rasgo de familiaridad muy agradable. Significa que has entrado en la órbita más profunda del establecimiento. Hasta el punto de que ni siquiera necesitas pedir lo que deseas, porque se lo saben de memoria.

No obstante, como todo en esta vida, todo tiene sus inconvenientes. Puede ocurrir que el camarero, con toda la buena fe, se equivoque de recuerdos. Y te traiga tan satisfecho aquello que no has consumido nunca. ¿Qué hacer en ese caso? Negarlo y protestar es una auténtica afrenta contra la complicidad que te ha ofrecido. De modo que, con el mejor gesto posible, acabas desayunando la tapa de calamares que nunca se te habría ocurrido solicitar.

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