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Palma a la vista

De la botica a la galería

Ana Quintas, sentada en un sofá del Grupo Memphis. L.D.

Unos chicos londinenses entraron en la Galería Veintinueve y no dieron crédito. Enmudecieron al comprobar que entre otras piezas, muy escogidas, había un sofá del Grupo Memphis, un ave raris. "Qué hace esto en Mallorca. No se creían que fuera auténtico", señala Ana Quintas, la propietaria de este espacio que el próximo 10 de diciembre celebrará que ha dado cinco pasos en la calle Puigdorfila. No inaugura. Reabre nuevo espacio. Enfrente.

La arrogancia británica se contradice precisamente porque esta farmacéutica de Lugo pero con botica en Barcelona durante años, dio un vuelco a su vida, vendió la farmacia, y justo puso el puntero sobre la isla. "Pensé que en un momento de crisis sería un oasis porque aquí hay clientes con dinero y hay calidad de vida", admite. Ha acertado de pleno. "Las cosas no van mal", señala.

Llegó con las ideas claras. "Soy una mujer madura, y a mis años, hay que tenerlas", asevera. "El diseño es arte. El sentido de la galería es que un buen diseño potencia el arte y el arte potencia el diseño".

Por ello en su amplio y luminoso espacio, Ana celebra que en estos dos años ha formado equipo. No está sola. Con todo, del gremio artístico la miraban por el rabillo del ojo. Cuenta, eso sí, con el apoyo de pintores como Carmen Cañadas, Steve Afif y Ramon Canet, cuyos cuadros ocupan un buen lugar en su galería que desde ya niega ser museo. "Para nada lo es, ni tampoco funciona como una galería de arte". Ella se mueve en la linde. No es fácil.

Cada objeto es una historia sentimental porque muchos son de segunda mano. "Son piezas intemporales", subraya. Ella viaja a menudo para hacerse con tesoros de familias europeos que por distintos motivos los ponen a la venta. "Es la parte más aventurera de este negocio aunque te lleves a veces sorpresas no agradables. Puedes hacer kilómetros y kilómetros en una furgoneta vieja y regresar con las manos vacías", sonríe.

Pasa la mano sobre una silla del diseñador Jean Gillom. La piel envejecida es una caricia. Se asienta sobre una estructura de red perfectamente cosida. Parece de barco. El diseñador rumano, aunque emigrado a Brasil, aplicó las artes de pesca para sus objetos de mobiliario como se aprecia en la silla Captain.

No hay que confundirse. Su negocio no es de objetos vintage. "Huyo de él, aunque lo respeto pero juego en otra liga", matiza. No hay presunción en sus palabras.

La afición a los objetos de diseño, al arte, le alcanza de la mano de su hermana con la que compartió un negocio en Lugo. "Cuanto más sabes, más te interesa", señala.

Su clientela es extranjera. La respuesta de los mallorquines es tibia. No le han pillado el tranquillo ni siquiera a Raymond Loewy, creador de la botella de Coca-Cola, que también está entre los de Veintinueve.

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