Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Palma a Palma

Adviento

Adviento

La Navidad, además de un intenso reclamo comercial, tiene su propia poética. Sobre todo en este periodo en que se anuncia. Esas señales que se van produciendo de una forma lenta, y que preludian la explosión de los días festivos. Más que las músicas o los lemas algo empalagosos, lo interesante reside en los pequeños detalles. Los símbolos parlantes que tradicionalmente representaban muchas cosas, y hoy sólo sirven para preludiar lo navideño.

Hay una imagen que me emociona especialmente. Cuando caminas por la calle, a la anochecida. Y las ventanas de las casas adquieren un brillo diferente. Una luz y un misterio especiales. Siempre tendemos a levantar la vista y otear indiscretamente por esos ojos abiertos de los edificios.

Es ahora cuando, de repente, damos con una ventana que tiene el árbol de Navidad justo al lado. Con sus luces azules, rojas, verdes, parpadeantes e ingenuas.

Por un momento, te detienes a contemplarlo. Lo primero que imaginas es el hogar de una familia feliz. Sólo puedes ver parte del árbol y sus luminiscencias. El fondo se reduce a una sombra incierta.

Pero te representas enseguida un sillón orejero, con un hombre leyendo el periódico y fumando en pipa. Delante de una chimenea encendida. Unos niños jugando en la alfombra. Una mujer tejiendo un jersey de lana en el sofá. Todos amparados por la luminaria coqueta de la Navidad.

Esas decoraciones de las ventanas nos hacen soñar todavía más. Y sobre todo nos despiertan sensaciones infantiles. Remotas, muy remotas. Abren la caja de música de los sueños y los recuerdos imprecisos. Esos que no tienen protagonista ni escenario geográfico, sólo una emoción.

Muy pocos escenarios despiertan esa gran evocación.

La Navidad se cuenta entre ellos. Sobre todo antes de que se haya materializado en muchas bolsas de grandes almacenes, turrones, cava y comilonas. En realidad, le bastaría con ese abeto encendido en las ventanas.

La persona que coloca el árbol con lucecitas junto a la ventana nunca podrá saberlo. Para ella será un adorno más. Incluso una costumbre sin demasiada importancia.

Ignorará que, visto desde la calle, es magia.

Compartir el artículo

stats