Primer día de la campaña Tira'm els trastos y una brigada de Emaya se para en la calle del Sindicat para recoger una silla que han dejado sobre la acera. Pasan dos chicas mientras el fotógrafo de Diario de Mallorca retrata a los trabajadores de limpieza. "Podéis salir en la foto -dice un peón a las viandantes-, así habrá algo bonito". Emaya se ha tomado al pie de la letra lo de tirar los trastos y en todas sus acepciones: el eslogan de la nueva campaña de recogida de muebles viejos les ha calado hondo, aunque no con la misma intensidad entre la ciudadanía.

El primer día de recogida se resolvió con normalidad -no se produjo el caos que auguraba la oposición- y los peones se llevaron 11.800 kilos de trastos, que ahora esperan a ser destruidos. Para la dirección de Emaya ha sido un éxito. Sin embargo, los trabajadores de la empresa pública dicen que es poco y que durante una noche recogen casi la misma cantidad entre Son Gotleu y la Soledat.

A las 23.00 horas comenzó el servicio. Dos camiones bajaron hacia el centro de Palma. El martes le toca al interior de las avenidas y a la mayoría de barrios del Ponent y Nord. Los tres operarios (Javier García, Omar Asunción y Raúl Fernández) trabajan en equipo. Mientras uno conduce, los otros dos revisan desde las ventanillas todos los portales y callejuelas.

La primera parada es el mercado del Olivar con un carro de la compra lleno de chatarra. Lo cargan a la caja del camión y se marchan hacia el Sindicat. "Vamos a dar muchas vueltas", advierten los peones. En la calle comercial se quedaron varias cajas de cartón en una travesía. Ellos no las recogen, solo los trastos y muebles.

En sa Gerreria toca Ruta Martiana y es noche de fiesta. Mientras los jóvenes caminan con copas y latas de bar en bar, en la plaza de la Quartera recogen dos vidrios grandes con guantes protectores y una silla de ruedas que espera delante de un contenedor.

La mayoría de trastos se recolectaron cerca de los contenedores, pese a que Emaya solicitó dejarlos en la puerta de casa para no dificultar el acceso a los contenedores. "No tenía ni idea de esto de los trastos. Yo vivo aquí, en el centro y no sabía nada, vive en calle del Sol", explica un transeúnte, Biel Amengual. Pasea con su amigo Àlex Picó que tampoco sabía cómo funcionaba el sistema. "Esto era algo de solidaridad, ¿no? Lo vi en la puerta de casa pero, como que no sé mallorquín, leí hasta donde supe", señaló Carmen Naharro, vecina del Molinar que paseaba por el centro.

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A pocos metros los trabajadores hallan una fotocopiadora, pero el servicio no recoge aparatos eléctricos. Tampoco el termo que está junto a los juzgados de la Gerreria. A ambos enseres les dejan una pegatina naranja con la leyenda "Això no toca". Hubo 28 infracciones durante la noche: la mayoría por electrodomésticos, pero también hubo quien dejó fluorescentes o escombros.

La ruta de Emaya sigue hacia el Temple, donde unos vecinos han vaciado la casa: un escritorio, media docena de puertas y otros muebles de madera les esperan. Junto al Pes de la Palla hay un colchón. Lo recogen con máscara y delantal como medida de protección. "Por los gérmenes", dicen.

Por allí circulan Lluc Guasp y Roberto Vicens, que sí se habían enterado del nuevo servicio. "Sigue habiendo trastos en la calle el resto de días, a la gente le cuesta guardarlos una semana", apunta Guasp. La pareja tiene que amueblar su nuevo piso casa y estudiarán la posibilidad de recoger muebles que otros abandonen en la calle.

Los operarios insisten que están encontrando pocos chismes. Se acerca la medianoche y en Mateu Enric Lladó espera canterano viejo. Precioso, pero le faltan tres cajones y afectado por la carcoma., "Una vez nos dejaron unas sillas isabelinas preciosas, impresionantes, y las tuvimos que tirar", señala García.

Hacen un tetris de trastos para que todo quepa en los once metros cúbicos del camión. La plataforma eléctrica, muy silenciosa, permite reducir el ruido. El primer volquete ya está lleno y se va hacia el vertedero.

Los otros dos operarios siguieron hasta las seis de la mañana. Todas las rutas de la noche se completaron, aunque con algún despiste. En la calle de Can Maçanet dos vecinas que religiosamente bajaron sus trastos a las ocho en punto de la noche se sorprendieron al ver que, por la mañana, ahí seguían las maderas. Y ahí se quedarán una semana, hasta que Emaya vuelva al barrio.