La vida es extraña. A las puertas de Navidad se ha ido Pau Aguiló, el propietario de la juguetería La Industrial, la veterana de una ciudad que va perdiendo referentes día a día. En las fiestas, el escaparate de su establecimiento en Pas de’n Quint era parada habitual entre aquellos que olvidaban sus canas y retornaban a la infancia de un tren eléctrico, la Mariquita Pérez o el Tiburón Payá que todos quisieron conducir.

Pau Aguiló tenía 86 años, los mismos que el negocio que fundara su padre, Ferran, en la planta baja del inmueble en el que vivía la familia. Él se hizo entre engranajes de trenes, de hecho entre sus habilidades se cuenta la creación de las maquetas de los trenes eléctricos que extasiaban a los niños que paseaban por la travesía peatonal del centro de Palma.

“La vida de mi padre ha sido ‘tienda’, ‘tienda’ y más ‘tienda’; claro que también... , -prosigue su hijo Ferran-, “fue un pescador de barca, jugador de truc y le gustaba el Mallorqueta”.

Junto a su hermano Jaume, que también regentaba el negocio, abrieron en los años sesenta otra juguetería, Arlequín, en la calle Unió, donde la tradición del escaparate navideño se vistió de gala.

Uno de los que obtuvo más eco fue el de un aula en el que se veía a las monjas, con dos niñas castigadas, una de rodillas y otra, con los brazos en cruz. En la clase, propia de aquellos años del franquismo, no faltó el retrato de Franco, solo que los Aguiló desafiaron la animadversión del dictador y colocaron la fotografía de José Antonio Primo de Rivera.

“Éramos muy liberales, pero sobre todo, teníamos humor”, indicó cuatro años atrás en una entrevista a este diario. Nada pudo con aquella ironía. En su vitrina también se recordó el affaire del periodista Pedro J. Ramírez con la prostituta Exuperancia.

Si algún juguete le cautivó al dueño de La Industrial fue el tren eléctrico. De él llegó a ponderar que “era un juguete más activo que los videojuegos”.

Orígenes

En los orígenes de este establecimiento no solo se vendieron juguetes. Paradojas de la vida, en La Industrial se despacharon coronas mortuorias, y no eran los únicos del barrio que las ofrecían. No eran de flores naturales sino metálica y con flores de porcelana.

Con la llegada del turismo, la ofrenda a los muertos daría paso al souvenir de los vivos. Fueron unos adelantados a su tiempo porque hoy el centro de la ciudad se ha vuelto a convertir en una gran expendedora de tiendas de recuerdos para turistas. Ellos despacharon muchos objetos hechos con olivo y no faltaron las perlas de Manacor y desde luego, las bailaoras con el traje de faralaes.

Pau Aguiló se casó con Magdalena Sureda. Tuvieron seis hijos. Dos de ellos, Neus y Concepción siguen al frente de la juguetería más veterana de Palma. Su vecina Nin’s, que no alcanzará el medio siglo cuando eche el cierre en unas semanas.

En el corazón de la muy comercial Pas d’en Quint solo quedarán la centenaria pastelería y charcutería La Pajarita y La Industrial. Solo que el niño más grande del lugar, Pau Aguiló se ha ido a jugar otra partida de truc.

El velatorio es hoy en Son Valentí de 17 a 20 horas.