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Palma a Palma

Contrafachadas

Contrafachadas

Una de las distracciones predilectas para el paseante de ciudad consiste en mirar las casas. A pie de acera, los edificios se levantan magníficos y solemnes. A veces, realzados por los rayos del sol. Otras veces, iluminados por esos puntos de luz íntimos y sugerentes de las ventanas.

Contemplando las edificaciones de ciudad aprendes muchas cosas. Por ejemplo, la diferencia entre las fachadas y las partes traseras. Muchas construcciones exhiben en su parte noble, la que da a la calle principal, sus mejores galas. Balcones monumentales, frontones, ménsulas. Pero después, ese mismo edificio muestra en la calle paralela una parte trasera bien diferente. Ventanas muy sencillas, cuando no sumamente pobres, paredes sin enlucir, cañerías que trepan y se bifurcan, manchones de humedad, desconchados, galerías de tender la ropa con los calentadores a la vista?

La fachada principal proyecta lo que el arquitecto y los propietarios deseaban. Magnificencia, orgullo, modernidad, clasicismo? En cambio, la parte trasera proclama lo que verdaderamente es. Sin barroquismos ni alharacas. Allí está el remiendo mal acabado. La ventana de aluminio torcida. El tubo de la salida de humos. Los churretes de óxido. Todo lo que la vida cotidiana implica.

El paseante comprende mucho mejor la personalidad de los edificios y de sus moradores viendo la parte trasera. La contrafachada. Allá están escritas todas las historias humanas. El pálpito real del día a día. El reflejo de las cosas buenas y malas que nos ocurren. Inspira proximidad y ternura. Y no prevención, como ocurre con las fachadas apabullantes.

Es curioso el hecho de que cuanto más pretenciosa sea la fachada delantera de un edificio, más humana e interesante es su contrafachada. Como por un equilibrio derivado de la ley de los opuestos. En cambio, una casa modesta o muy pobre no tiene apenas diferencia entre una y otras. Porque no hay voluntad de exhibir ni convencer. Y se acepta lo que uno es. Hay ropa tendida y bombonas de butano tanto en la fachada como en la parte trasera.

Gracias a esa pequeña esquizofrenia arquitectónica de muchos edificios, los paseantes de ciudad podemos disfrutar del espectáculo de las contrafachadas.

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