Camarón y Paco de Lucía -que vivió en Establiments y allí tenía su estudio- disfrutarían viendo trabajar el mimbre a Juan Ramón y su familia junto a la carretera del cercano Secar de la Real. Los autores de Canastera sabían que "este oficio se aprende de padres a hijos", como cuenta el patriarca del clan. "Mi madre, su padre -dice mirando a María Soledad- y todos nuestros ascendientes eran canasteros". Tanto unos como otros movían las manos habilidosamente desde niños, ya que "te enseñaban para ayudar en casa y lo hacías casi sin darte cuenta", explica. Los hijos de los González, Ricardo y Ramón, han continuado una tradición que "se está perdiendo porque es un oficio muy sacrificado y, en los años del boom turístico, muchos jóvenes no quisieron seguir con este trabajo".

No obstante, Juan Ramón se congratula de que "la artesanía vuelve a ser valorada, tanto por gente de aquí como por muchos extranjeros, a quienes les parece muy curioso observar el proceso". La apertura de su tienda taller hace casi tres meses en la calle Joan Mascaró i Fornés número 73 les ha beneficiado, ya que antes solo hacían encargos y acudían a mercados, y ahora cuentan con gran cantidad de espontáneos gracias a la ubicación del local en la frecuentada carretera vieja de Esporles.

La antigua herrería del Secar ha sido ocupada por todo tipo de objetos de mimbre, esparto, caña, carrizo, brezo, murta o acebuche (ullastre); y en su fachada se muestran cestas de diferentes tamaños, canastos, leñeros y una original lámpara redonda. "Antes solo hacía trabajos de artesanía, pero una diseñadora aficionada me vio elaborar unos cestos y me propuso crear otra clase de objetos más artísticos. Me abrió la mente para el arte", se alegra el canastero. Como afirma Marga Cortés, "el verdadero mérito es de Juan Ramón, ya que es capaz de hacer miles de cosas con el arte que tiene en las manos", destaca. Trabajaron juntos durante un año, que el profesional califica de "auténtico máster", y desde que no se limita a hacer cestos, tiene encargos de particulares en los que debe combinar experiencia e imaginación, como cuando le pidieron una lámpara con forma de cabeza de toro.

Otros objetos originales han sido un cabecero de cama con cuerda de esparto encargado por un alojamiento turístico o forrar con ese mismo material parte de una pared de un restaurante. También forra garrafas y botellas de vidrio, y restaura sillas de enea o rejilla, e incluso algún que otro mueble o puerta tradicional de madera en colaboración con una restauradora profesional. Todo ello tiene un precio, "acorde al material, las horas y laboriosidad que conlleve el trabajo", tal como señala Juan Ramón.

Respecto a los materiales que utilizan los canasteros, algunos tienen que comprarlos, como el mimbre y la cuerda de esparto, pero otros los cogen del campo, como por ejemplo la murta, la caña y el ullastre. "Nos pasamos muchas horas buscando, ya que de un arbusto solo se pueden aprovechar unas pocas ramas. Además, lo cogemos con mucho cuidado, porque si se estropea, nos quedamos sin materia prima para el siguiente año", advierte el experto del Secar de la Real, que seguramente inspiraría de nuevo a los compositores de la canción de la gitana canastera.