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Crónica de antaño

Jaume Ferrar, la primera escultura pública

La gesta del navegante mallorquín fue reconocida en el siglo XIX con una estatua colocada en la plaza Drassana

Una copia modificada de la escultura original del navegante Jaume Ferrar domina hoy la plaza Drassana. B. Ramon

Curiosamente, casi no conocemos nada de uno de los mallorquines más renombrados de inmemorial fuera de nuestras fronteras: el navegante del siglo XIV Jaume Ferrar, y no Ferrer, como se le suele denominar. El hecho de escribirse ambos apellidos Ferrarius en latín ha facilitado la confusión a lo largo de la historia. Parece ser que Jaume Ferrar nació en la Ciudad de Mallorca, en el seno de una familia genovesa residente en la isla desde finales del siglo XIII. Gabriel Llompart dio a conocer un documento de 1293 en el que Giacomino Ferrar di Casa Maveri y su mujer, Benvenuta, ambos genoveses y ciudadanos de Mallorca, vendían una casa cercana a la Riera a Gandolfo Daxani, otro genovés.

Parece ser que este Giacomino Ferrar era mercader y tuvo varios hijos, entre los que se encontraba Giacomino (Jaume) Ferrar, el navegante y protagonista de esta historia. En 1344, la palmesana Benencasa Ferrar, también hija de genovés (y con una gran probabilidad familiar de Jaume), aparece como protagonista de un documento en el que firma como testigo, nada más y nada menos, que Angelino Dulcert, otro genovés residente en Palma, autor del primer mapa conocido de la escuela mallorquina de cartografía (1339), el mismo que años más tarde sirvió de base a Cresques para realizar su famoso Atles.

Descendiente de genoveses

Por tanto, Jaume Ferrar fue un mallorquín inmigrante de segunda generación, hijo de mercaderes genoveses nacionalizados mallorquines, que creció jugando por las calles de Palma, rodeado siempre de cartografías, de un ambiente marinero y bien relacionado con la influyente colonia genovesa de Ciutat. Prácticamente no sabemos nada de su vida de adulto. Entre las pocas noticias que tenemos de él, está la de 1341 en la que Jaume Ferrar suplicaba al lugarteniente de Jaime III que hiciese cumplir a los jurados del Reino el compromiso que tenían con él y sus socios concerniente a la concesión de un crédito para ir con su barco -una coca-, Sant Joan, a Sicilia, con la intención de traer trigo.

En otro escrito de 1342, los jurados le escriben para asuntos también relacionados con el trasporte de trigo; y otro de 1343 en el que el lugarteniente de Pedro el Ceremonioso presenta una misiva en la que instaba al vicealmirante Mateu Mercer, que navegaba con las galeras de Valencia, favoreciese la nave de Jaume Ferrar, el cual empezaba un viaje a Flandes. Por lo que se ve, todas estas noticias están relacionadas con el mundo del comercio marítimo.

Ahora bien, hay un documento excepcional en el que vuelve a aparecer el navegante mallorquín. Me refiero al Atles Català (1375) de Abraham Cresques. La representación de Jaume Ferrar en esta joya de la cartografía europea demuestra lo famosas que llegaron a ser sus travesías y aventuras. Efectivamente, en la parte inferior del Atles aparece representado Jaume Ferrar a bordo de una barca (uxer en catalán medieval) que navega cerca de la costa africana, concretamente al sur de las islas Canarias. En el dibujo se aprecia una embarcación que recuerda a un llaüt grande, el cual aparece armado de un solo palo y una vela latina. En la popa se alza el pendón real y a bordo se distinguen tres personajes -uno de los cuales se supone que es Jaume Ferrar„, los cuales gobiernan la nave y se dirigen a la costa Africana de empopada. Junto a la barca hay a una inscripción que reza: "Partí l´uxer d´en Jacme Ferer [Ferrar] per anar al Riu de l´Or al jorn de Sen Lorens qui es a X agost qui fon en l´any MCCCXLVI" (Partió la nave de Jaume Ferrar para ir al Río del Oro, el día de San Lorenzo, que es el 10 de agosto, del año 1346). Parece ser que esta expedición tenía como objetivo encontrar una gran mina de oro.

Navegando por la costa africana

Quizás pueda parecer extraño ver a un mallorquín, descendiente de genoveses, navegando por costas africanas, pero en realidad Ferrar -al igual que otros navegantes mallorquines y mediterráneos en general- debió de conocer con bastante precisión el tramo atlántico de la costa africana. El historiador Pierre Chaunu documentó la expedición genovesa en 1291, en la que los hermanos Guido y Hugo Vivaldi buscaban la ruta que les condujese a la India. Éstos zarparon de Génova, pasaron por Mallorca, Gibraltar, dejaron a babor el cabo Bojador rumbo al cabo de la Buena Esperanza para intentar llegar al océano Índico.

Aunque no se sabe qué les ocurrió a los hermanos Vivaldi, sí parece claro que los mediterráneos se movían con cierta seguridad por la costa atlántica africana. También se desconoce la suerte de la expedición capitaneada por Jaume Ferrar, aunque su gesta, olvidada durante siglos, fue recuperada en el XVIII gracias a la erudición de la Ilustración europea.

Desde el siglo XVII los mallorquines honraron a sus hijos e hijas más ilustres, colgando su retrato en la Sala de la Universitat de la Ciutat i Regne de Mallorca, galería pictórica hoy conservada en el Ayuntamiento de Palma. Ahora bien, la costumbre de homenajear a los mallorquines más ilustres colocando sus efigies esculpidas en espacios públicos no sucedió hasta la década de los cuarenta del siglo XIX. Tras la desamortización de Mendizábal, el alcalde y los concejales liberales del Ayuntamiento de Palma quisieron hacer visible la figura de un personaje destacado del ámbito civil, y se ve que pensaron con Jaume Ferrar.

Por este motivo, en el año 1843 encargaron una escultura del navegante al artista Jacinto Matheu -el mismo que hizo ´ses lleones des Born´-, la cual se colocó en la plaza de la Drassana. Con el paso del tiempo la escultura se fue degradando, por lo que, en el año 1914, el Ayuntamiento decidió encargar una copia al escultor Joan Grauches -curiosamente, el mismo que hizo ´ses noves lleones del Born´-, a la que dio un aspecto un tanto diferente a la de Matheu.

La escultura de Grauches es la que hoy se puede contemplar en el plaza de la Drassana, mientras que la primera, de Matheu, se conserva en la base de la escalera de caracol del Consolat de la Mar. Allí lleva muchísimos años a la espera de ser trasladada a su ubicación definitiva: el todavía inexistente museo marítimo.

(*) Cronista oficial de Palma

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