Diario de Mallorca

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Crónica de antaño

El infante Jaime aprende a ser rey

Estatua de Jaume I en la plaza de España.

La organización del nuevo reino de Mallorca en los años posteriores a la conquista de Mallorca por Jaime I (1229) se cimentaron básicamente en las instituciones del poder real (batle y veguer) y las del poder municipal (jurats y consell). El análisis de la documentación de la época muestra una nueva entidad política y social balbuceante, al mismo tiempo que muy dinámica, en la que se detectan esfuerzos por armar una estructura sólida para el nuevo estado en el cual la presencia del rey y de su corte es prácticamente nula.

Como es sabido, Jaime I fue variando su testamento a lo largo de su vida. Ahora bien, a pesar de ello nunca dejó de designar a su hijo Jaime como heredero del reino de Mallorca. Así lo hizo ya en 1243, el mismo año que nació el infante; y así lo contemplaron los testamentos posteriores de 1248 (heredaba Balears y Catalunya), 1251 (heredaba Balears y Montpeller) y el definitivo de 1262 (heredó Balears, Montpeller y los condados pirenaicos). Por tanto, desde su más tierna infancia, el infante sabía que su destino estaba ligado al del reino de Mallorca.

En 1256, al contar Jaime con trece años (mayoría de edad para un príncipe en aquella época), su padre ordenó poner en marcha todo el protocolo para que su hijo fuese reconocido heredero y sucesor del trono de Mallorca. En primer lugar, el 2 de agosto de 1256 comunicó a los jurados y a los prohombres del Reino, que su hijo llegaría a la isla con la intención de ser reconocido como heredero de Mallorca, por lo que se le debería jurar fidelidad. El día 21 de ese mismo mes, las autoridades y prohombres del Reino rindieron homenaje al infante en la iglesia de Santa Eulalia de Palma. Allí fue reconocido como heredero legítimo al trono de Mallorca. Al mismo tiempo, Jaime de Mallorca juraba las Franqueses del Reino. Desde ese momento, Jaime I delegó en su hijo los asuntos concernientes a las Balears. También, tal como explica el historiador Pau Cateura, a partir de esa fecha se fue conformando una protocorte, una élite„por supuesto, designada por el rey„, que sirvió de guía, apoyo y consejo al joven infante heredero.

Para poder llevar a cabo esas tareas de gobierno, Jaime I le otorgó una dotación económica, más bien modesta, y le traspasó cierta atribución„aunque con mucha cautela pues todavía era muy joven„del poder real. Ello explica que Jaime en los documentos de su época de infante firmase como "hereu del regne de Malorcha e de Monpesler", hasta 1262, o posteriormente como "heres Maioricarum et Montispesulani, Rossilionis, Ceritanie et Confluentis". También en ese momento se le otorgó su escudo personal (las tres barras), escudo que ya utilizó al sellar el documento fechado en el mes de agosto de 1256, por el que, como ya se ha dicho, juraba las Franqueses del Reino que hizo en la iglesia de Santa Eulalia de Palma: "per so que totes les dites coses major fermedat hagen, ab sagell nostre propi aquesta present carta fem segellar".

Los miembros de esa pequeña e incipiente corte mallorquina procedían de diferentes estamentos. El notario Bernat de Luça fue el titular de la escribanía del batle y del veguer, tanto del rey como de la antigua porción que había sido de Nunó Sanç. Le sustituyeron Berenguer de Tornamira (tunc tenentis locum, es decir, lugarteniente) y Aries Ivanyes (tunc baiuli Maioricarum, es decir, batle de Mallorca), ambos del estamento de caballeros. Estas denominaciones institucionales que van apareciendo en la documentación del siglo XIII no son sino las primeras trazas que irían vertebrando el nuevo estado. El notario Pere de Capellades, el escribano Pere de Caldes, Pere de Líbia, Arnau Batle, Ermengol de Urg, Valentí Sestorres, Guillem de Canet, Gastó de Castellet, Aimeric de Bellvehí, Arnau de Lupià, Domingo Gil o Ramon Guardia, fueron los personajes que conformaron la primera pequeña corte del incipiente reino de Mallorca. Muchos de ellos, aunque procedentes de diferentes estamentos, tuvieron una cosa en común: ocuparon cargos oficiales.

Según Pau Cateura la aceptación de dichos cargos se explica por la defensa de sus propios intereses. Muchas de esas personas habían prestado dinero al infante, y éste les recompensaba con cargos como oficiales reales. El ostentar dichos cargos suponía tener un sueldo anual, al que había de añadir un porcentaje de los impuestos recaudados. Esta situación condujo a no pocos problemas debido al abuso continuado de poder por parte de esos oficiales reales. En primer lugar, esa participación porcentual en los impuestos les tentó a aumentar la presión fiscal sobre la población. En segundo lugar, al gozar de esta situación privilegiada, procuraron no abandonar sus cargos de oficiales, llegando incluso, como señala Cateura, a situaciones de nepotismo. Ello ocurrió con evidencia en familias como los Ivanyes o los Nunis.

Esa amplia discrecionalidad utilizada por los oficiales generó no pocos abusos e injusticias, lo que alimentó un clima enrarecido y de conflictividad "entre las instituciones municipales y reales, entre gobernantes y gobernados y dentro del mismo cuerpo social". A pesar de la poca documentación de esa época, algún pergamino nos devela un alzamiento popular en la Ciutat de Mallorques de 1275, un año antes de morir Jaime I y por tanto de ser coronado Jaime II. La documentación habla de un "furor populi Maioricarum" y, aunque sin saber mucho sobre este acontecimiento, este alzamiento debe contextualizarse en las protestas contra los abusos de autoridad. El hecho de que el infante Jaime se desplazase a la isla en aquellos momentos, demuestra la gravedad que tuvo ese episodio.

Para el infante Jaime, esos años de aprendizaje en Mallorca en los que pudo desarrollar ciertas funciones de gobierno y observar el funcionamiento de las instituciones y del comportamiento humano frente al poder, fueron un buen bagaje y ayuda para su posterior reinado. Aprendió desde muy joven aquellas savias palabras de su amigo y consejero Ramon Llull: "La justícia proporciona pau i la injustícia guerra. Les paraules humils són missatgeres de pau, i les superbes, de guerra". No en balde, Jaime II ha pasado a la historia como "lo savi e bon rei".

(*) Cronista oficial de Palma

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