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Palma a la vista

En el Bazaar de Mila

Mila Lázaro en el dintel de su Bazaar. L.D.

Donde no se ven permanecen los papeles que registraban cuentas, entradas y pedidos que la librería Fontdevila mantuvo en su negocio de la calle Costa d'en Brossa. Ese local donde se forjaron pasiones a las matemáticas, a la ingeniería, a la poesía, quién sabe si a la oratoria política, despachó libros de texto. Durante cuarenta y cinco años ha estado hibernando hasta que Mila Lázaro destapó el frasco de las esencias para hacer del lugar su Bazaar. Apenas una semana abierto y ya es aplaudida por los vecinos de sant Nicolau.

"Aquí, aquí, se paraban los niños a mirar los libros de texto y las señoras que despachaban les reñían porque toqueteaban todo", me contó una señora de la zona. "Cuando entré en este sitio, es como si el tiempo se hubiera detenido: las estanterías, la mesa, el mostrador, el gran aparador... Estaban intactos cuarenta y cinco años después", cuenta esta diseñadora nacida en Madrid que apenas dos años atrás decidió dar un giro a su vida. "Cuando las cosas te dejan de entusiasmar, es el momento de cambiar", recalca.

De diseñar zapatos en Camper, tras haber vivido en Londres, Nueva York y elegir Mallorca "para formar una familia", Mila se dejó convencer por buenas amigas y abrir su propio negocio: Bazaar.

En su particular cajón de sastre, Mila muestra su pasión por los útiles de casa. Enamorada de las vajillas, hasta tal extremo que se las ha llevado en todas sus mudanzas, incluida a Nueva York, donde generó la sorpresa en aduanas por cargar con sus platos pero no con los cubiertos, Mila ha puesto el corazón en este negocio donde todo está cuidado al milímetro. A tan solo una semana de apertura, algunos clientes norteamericanos se han acercado y le han indicado que "Bazaar parece una tienda de Nueva York". Ella sonríe. La ciudad de los rascacielos es su preferida. Quizá por ello apuesta por uno de los grandes en el decoupage, John Derian, un norteamericano fascinado con Francia. Él trabaja el mundo orgánico a partir de grabados antiguos, a los trastos viejos les da un giro. Es uno de los diseñadores vintage en la cresta de la ola. Junto a la casa francesa Astier de Villatte ha colaborado. En Bazaar los encontraremos juntos puesto que Mila tiene la exclusiva en Mallorca.

Jean Marie del Moral, el fotógrafo que ha retratado el lado más íntimo de los artistas, sus talleres, sus objetos, pega el ojo a su cámara asentada en un trípode. Está retratando el mundo Bazaar, que es el cosmos de Mila. Desde la loza portuguesa de platos y bandejas a las velas de la cerería Candela, toallas de Turquía, manteles de Haití. Ella apuesta "por objetos que enamoran", y por fragancias que te envuelven sutilmente como el propio vocablo persa que da nombre a su comercio. "Bazar es sonoro y es un guiño que alude a esos mercados bajo cubierto y en contraposición a las tiendas chinas que siempre ponen la palabra en sus negocios; le añadimos una a porque es más sonoro. Da más juego", señala.

Las contrapuertas de madera que durante años sirvieron de mural para artistas del grafiti se han limpiado -"me ha dado pena porque eran bonitas, pensé en dejarlo pero no pegaba nada con la tienda"-, lucen su contraste rústico con las letras de molde en dorado. El logo es obra de Jaime Vilardell. Bazaar es también un lugar de encuentro de los amigos.

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