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Sa Torreta

Postales de Palma que se esfuman

Los barcos pesqueros seguirán escoltando la Seu.

Quienes nos acercamos a la sesentena estamos hartos de borrar de nuestra memoria algunas de las postales más entrañables de Palma. ¿La catedral reflejada en el mar? Eliminada. ¿La visión de los chalés de el Terreno? Tapada por el muro de edificios del paseo Marítimo. ¿Un paseo por el Moll de la Riba? Vetado.

El hasta hace unos días inefable presidente de la Autoritat Portuària de Balears, Alberto Pons, pretendía arrancarnos otra de las imágenes inmortalizadas por los fotógrafos de postales. Era esa en la que en primer plano se ven las embarcaciones de pesca amarradas; en segundo término, la lonja y, al fondo, la majestuosa silueta de la catedral. Los barcos podían ser bous o lo más humildes llaüts, que solían limitar su actividad al interior de la bahía, pero todos aportaban a la imagen el aroma de una ciudad volcada hacia el mar. Con un encuadre de la foto parecido al que acompaña el artículo, se evocan los olores del pescado recién desembarcado y se proyecta el vuelo de las gaviotas en busca de los descartes. Cerrando los ojos se saborea de nuevo el pescado fresco de un restaurante de un puerto lejano como el de Antalya, en Turquía, o en el cercano Can Eduardo. El ambiente aún dibuja sutilmente la intensa vida de un puerto como el de Mombasa, lejos de la asepsia de los clubes náuticos, con marineros vestidos de blanco impoluto y embarcaciones de lujo extremo.

Uno de mis primeros trabajos periodísticos fue recorrer palma con una unidad móvil para entrevistar a gente de la calle para Ràdio Popular. En el secadero de redes dialogué con un artesano que con agujas e hilos reparaba las artes de pesca rotas durante las jornadas de arrastre. Una imagen intensamente marinera, nada que ver con la de los yates que marcan distancias entre el pasaje y los paseantes.

El nuevo presidente de la Autoritat Portuària asegura que el proyecto de su antecesor de arrinconar aún más a los pescadores está descartado. Gracias. Cada vez resulta más doloroso renunciar a la ciudad de siempre en favor de la del dinero.

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