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Palma a la vista

Cosas de La Real

La estatua de Ramon Llull preside el reconstruido claustro de La Real. L.D.

Hay a quien ver el mar en calma le deja mal cuerpo. Lo que a la mayoría reconforta, a unos pocos les crea desazón, es como si se les activasen todas las alarmas. Patricia Highsmith fue una aguda observadora y en sus mejores relatos se adivina lo peor que puede esconderse en la aparente tranquilidad.

Lejos de la ciudad, en los huertos en que la Corona de Aragón colonizó Mallorca a través de la fundación de monasterios de la orden del Císter, para convertir tierra yerma en granjas agrícolas, un hombre de grandes pasiones encontró la paz.

Ramon Llull se hizo a la mística leyendo a san Agustín en el monasterio de La Real, hoy a dos pasos de Palma, en unos terrenos que en los últimos años han estado sacudidos por algunos de los sietes pecados capitales.

La codicia ha planeado en el génesis del llamado hospital de referencia, Son Espases, mancillado hasta decir basta y aún veremos más gracias al tesón de algún juez que si peca de algo es de una laboriosidad y meticulosidad desmedidas. Gracias.

Contra esa estridencia se levantó la barriada en una suerte de Fuenteovejuna. Quien guió aquel motín contra la política especulativa en tiempos de Catalina Cirer en Cort fue Antoni Vallespir. Este año ha saltado el escándalo. El que fuera prior de Lluc fue acusado por un ex blauet de haber abusado de él siendo niño. El obispo Salinas le apartó de la Iglesia, y él niega las acusaciones.

Hay silencio en el claustro del monasterio. Suele estar cerrado pero un hombre amable abre la puerta para enseñarlo a los escasos paseantes que se acercan a un oasis de la ciudad.

"Dice el amigo al amado: 'tú que llenas el sol de resplandor, llena mi corazón de amor", escribió el beato Ramon Llull en su Llibre d'Amic Amat. Apenas entrar en el claustro barroco, que ha sido reformado en varias ocasiones, y ese mismo hombre que abre la puerta indica la estatua que preside el patio, la del hombre iluminado, la del beato, la de quien dejó las tinieblas por un mundo de luz estudiando lenguas, filosofía, al hombre.

La orden del Císter dejó Mallorca en el siglo XIX con la desamortización y los terrenos de aquella vasta finca se parcelaron y otros se vendieron. Casi a finales de siglo, el monasterio pasó a los Sagrados Corazones. La orden, llamados coritos, instituyó la romería de sant Bernat, el monje que apaga el calor, y que se celebró la semana pasada sin estridencias pasadas. Es una de las romerías más antiguas de Palma.

La Real, el monasterio, el claustro, su biblioteca, que guarda joyas de bibliófilo, son paisajes serenos pero como en algunos de los relatos de Highsmith, hay mares calmos que contienen tsunamis. "El que no se posee a sí mismo, es extremadamente pobre", escribió Llull. Esa es la única codicia que nos deberíamos permitir.

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