Diario de Mallorca

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Palma a la vista

Escenarios de desilusión

Los locales vacíos, donde antes hubo una caja, son metáfora de la actual crisis. L.D.

En aquellos años de mentira, de prosperidad, dijeron, las ciudades, también Palma, fueron terreno fértil para el aumento de sucursales bancarias. Las oficinas de las principales cajas de ahorros o de bancos aumentaban como alfileres en el plano. No se escatimó inversión y se extendieron por todos los barrios.

El recibimiento a esas oficinas en los barrios más modestos fue contemplada como un signo de esperanza, algo así como un Bienvenido Mr. Marshall. Tener un banco cerca daba tranquilidad y revestía de un cierto prestigio a sus vecinos. La jugada era perfecta. Un banco al alcance de la calle. Cerca de casa. Donde más proliferaron fue precisamente en el extrarradio, donde es más difícil que sus vecinos operen on line. Y, donde, sobre todo, se había descubierto el cofre del tesoro: te concedían préstamos con una facilidad pasmosa. Cualquiera podía acabar siendo dueño de esas cuatro paredes que representaban el sueño de la emigración, la recompensa a tanto sacrificio, a tanto dolor, a tanta lágrima. El espejismo de ser dueños de una hipoteca, perdón, un pisito.

Ya sabemos cómo acaba el cuento, qué final ha deparado a este sueño de incautos. Pues bien, la ciudad es también escenario de esa desilusión.

A principios de 2012, cuando ya sí se hablaba con todas las letras de crisis, en Balears se cerraron más de cien sucursales bancarias y el pronóstico, que se ha cumplido, es que iban a desaparecer entre 100 y 200 más. Entre las fusiones de cajas y bancos y la disminución de los créditos la fiesta era un páramo. Fue más fácil echar el cierre y prejubilar o despedir a muchos de sus empleados y, también, liquidar el paisaje de prosperidad falsa que suponía abrir una oficina bancaria en una calle de un barrio cualquiera.

El efecto visual es devastador. El desconchón no solo afecta al pequeño comercio, a los negocios que hacen barrio como una ferretería, una panadería, una papelería, una farmacia, un estanco, un colmado; también una caja de ahorros da vidilla.

Hoy se ven esos locales cerrados, en un estado de abandono inmisericorde, sucios, por el que no pasa el camión ni el coche escoba de Emaya, por donde el gracioso del spray hace sus pintadas. Son una metáfora de lo que está sucediendo en tantas ciudades como Palma, claro que en el centro apenas se ven porque están muy entretenidos con el turismo de tapa y souvenir sargantana.

Donde hubo una boyante sucursal bancaria, en una amplia arteria que comunica con la calle Aragón, se ve un carro de supermercado con un letrero que pinta así: "Construim el futur. Alliberem espais". En su interior, un montón de garrafas de agua de plástico vacías. Los espacios se han liberado, otra cosa es que se hayan liberado las personas. Hagan juego. La banca siempre gana.

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