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Sa torreta

El Día que Palma dijo no a Sáenz de Oiza

¿Cuántas oportunidades ha perdido Palma de contar con obras de arquitectos contemporáneos de prestigio? Comencemos en positivo y reconozcamos el acierto de contar con Rafael Moneo para la Fundació Pilar i Joan Miró. Si buscamos la lista de proyectos frustrados, será mucho más larga. Enric Miralles redactó un proyecto para el Parc de les Estacions del que nunca más se supo. Richard Rogers iba a construir un templo interconfesional en el ParcBit. Francisco Sáenz de Oiza (1918-2000) presentó una valiente reforma para la plaza de Sant Francesc que jamás se llevó a cabo.

Detengámonos en el arquitecto navarro, que mantuvo una larga relación con Mallorca. A principios de los años 60 del siglo pasado construyó en Alcúdia los apartamentos llamados 'Ciudad blanca'. Se enamoró de la isla. En 1965 compró su primera casa y, veinte años después, la segunda.

Hace ahora un cuarto de siglo, aceptó el encargo municipal para reformar la plaza de Sant Francesc. Un enclave en pleno casco antiguo en el que debía intervenir como intermediario entre la fachada barroca de la iglesia y la modernista de la sede central de Sa Nostra. Un espacio del que debía borrar los coches, auténticos amos y señores. El arquitecto presentó a finales de 1991 una propuesta atrevida, Sáenz de Oiza nunca dejaba indiferente, en la que destacaba una farola-escultura fundida en bronce, con tres brazos independientes y doce metros de altura. Debía servir para iluminar la fachada del templo franciscano.

Unos meses antes se había producido un cambio de color político en el ayuntamiento de Palma. Joan Fageda era el alcalde y Carlos Ripoll, el responsable de Urbanismo. El concejal comunicó en 1993 que paralizaba la reforma de Sant Francesc y se centraba en la reforma de sa Gerreria. Curioso que fuera Ripoll quien tomó está decisión. Palma se quedó sin la plaza de Sáenz de Oiza. Matías Vallés preguntó al arquitecto por la obra fallida: "No prosperó porque soy polémico. Estoy contento de que fuera así, porque significa que no traicioné mi idea". Un genio que Palma no se merecía.

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