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Palma a la vista

Un can por faralaes

Venden vestidos de faralaes para perros; también de payesas. L.D.

No es novedad, cierto, pero el capricho humano tiene tal calado que no deja de sorprenderme. A riesgo de que me lapiden los amigos de los animales, decir que me parece ridículo vestir a los perros con traje de faralaes. Y a favor de sus derechos de imagen, me parece una falta de respeto ponerle volantes y topos al can.

No vayan a creerse que el capricho es solo andaluz porque también hay quien tiene fervor mallorquín y le cala el rebosillo a su yorkshire.

Cuenta Tolo Vicens, propietario de la peluquería canina Rulos, que "el mercado ha sufrido una caída por la crisis", pero que "aún se siguen pidiendo estos vestidos para las mascotas". Aclara que en su caso, es la modista Conchi quien los hace. Él se los compra y los vende a 45 euros.

"Este precio es muy asequible, hay quien llega a pagar barbaridades porque las grandes marcas como Louis Vuitton, Gucci, Versace, Dior...", añade. La fashion victim también es capaz de destinar más de tres mil euros en un equipaje o un chubasquero para sus cuatro patas y un rabo. En las páginas web se ofertan hasta bragas para las hembras. Solo espero que se cumpla lo escrito por Orwell y se de la rebelión en la granja. ¡Pobres mascotas de lujo, víctimas de sus caprichosos dueños, que les han tomado por hijos o nietos!

Los mismos que claman por la dignidad del toro deberían ladrar cuando ven los millones de euros que se gastan en ridiculizar a los perritos, mayormente falderos. Si a su pequeño tamaño, les añadimos el vestirlos de payesa mallorquina o de bailaora de porom pom pero, la humillación es inversamente proporcional a los dos palmos que levanta el perrillo del suelo.

Hace unos años, en Girona, en plena efervescencia independentista alguien sacó a su can vestido con la cuatribarrada. Se critican a los perros flautas por ir acompañados de perros, al menos éstos los llevan a pelo sin humanizarlos con camisetas de senyera, de la Crida, de la gaviota del PP o de cualquier desvarío de los adultos.

Si el buen salvaje se tapó con la piel de oso y se puso plumas para convertirse en el otro, en la fiera, en el animal, el acercamiento ha llegado a tan extremo que con la domesticación de los animales se les ha restado dignidad. No contentos con hacinarlos en parques temáticos, en zoológicos, en circos, o meterlos en jaulas o hacerles vivir en pisos, hay quien quiere convertirles en la prolongación de sus cerebros. Por eso les visten, les hablan, les alimentan como si fueran personas. Que el perro sea la voz de su amo, pase, que se le acabe poniendo cara de persona, de acuerdo, pero ponerles a bailar sevillanas, o un bolero, o colocarles lencería con brillantes son signos evidentes de que algo no anda muy bien en la cadena genética ¿humana?

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