La Fira Ran de Mar ya se ha convertido en un clásico de los veranos. La octava edición se celebró ayer y volvió a ser un éxito de convocatoria en la que miles de palmesanos -imposible calcular cuántos- se dieron cita en el Portitxol para rendir homenaje a la tradición marinera del barrio.

El paseo de la primera línea, desde el club náutico del Portitxol hasta el del Molinar, era un constante ir y venir de gente. Los gigantes se ausentaron este año y no dieron la bienvenida a los visitantes. Ya entrada la noche, fueron los bailarines de ball de bot los que se encargaron de recibir a los asistentes en la playa de s´Areneta.

La artesanía, la gastronomía y la pesca coparon un año más los puestos de venta. Pese a los 29 grados a la sombra y las rachas de viento, desde la apertura ya había curiosos. Muchos locales y algunos turistas se acercaron a cotillear entre los vestidos de payés, los cenachos de palma, los morteros de piedra o la sorprendente y colorida cerámica artesanal.

La activista de Arca Àngels Fermoselle ayer cambió las pancartas para reclamar un port petit por un puesto de la feria del barrio. Por segundo año estuvo vendiendo Els contes de s´abu. Las esponjas naturales o los baberos infantiles también despertaron sorpresa.

La muestra de arte fue algo más grande este año, con 13 artistas invitados. Los cuadros con motivos marineros fueron muy numerosos (faros, llaüts, veleros, temporales marinos...). No hubo esculturas ni grafiti, como en anteriores ediciones, pero estuvo presente la fotografía. Las imágenes panorámicas del Molinar causaron sensación. Fueron muchos los que se detuvieron a contemplarlas. Las señalaban, se recreaban en buscar los lugares de su infancia, de un barrio en el que todos los palmesanos tienen recuerdos.

El número de bordadoras fue algo inferior que en 2014, pero las 98 presentes estaban con la misma ilusión de siempre para enseñar su arte. "Entre las vacaciones y la gente que se va de viaje cuesta reunir a la gente", reconocía la organizadora del encuentro y profesora de bordados, Margalida Amer. Ya fuera punto mallorquín, calado, encaje de bolillos, copinya..., estuvieron tejiendo en el paseo hasta el anochecer.

Los buñuelos de la part forana no pudieron faltar y fueron el postre perfecto para quienes disfrutaron de una feria del pa amb oli en la que hubo muchas variedades de pescado. El otro complemento fue la cerveza artesana Forastera, que debutó en la feria tras implantarse hace un año en el Molinar. Y hasta la una de la madrugada continuó la fiesta con un paseo rebosante de visitas y una agradable brisa marina por compañía.