Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Palma a la vista

Una ciudad a brochazos

Los gestos ´idiotas´ se atrincheran en la ciudad de Canavall.

La semana atrás el edificio cristalera volvió a despertarse con un brochazo porque un fantasma recorre Gesa: el fantasma del olvido. Hace poco se presentaba un exhaustivo estudio sobre la obra del arquitecto que levantó tan polémico edificio, Josep Ferragut, del que hay encendidas discusiones sobre la bondad o no de un edificio que a la caída de la tarde es antorcha de una ciudad a brochazos.

La cuestión ya no es si sí o no al inmueble. El asunto es que si alguien entra con tanta facilidad a un inmueble que está en primera línea del mar, que ya en su día fue el lecho de muerte para un picota, que ha sufrido visitas sin ser invitados con el método de patada en la puerta o en el cristal, a los ojos del Ayuntamiento de Palma que es custodio del mismo, significa lo poco que le importa un edificio del que han corrido tantos bla bla bla que cabrían en una novela por entregas.

Un brochazo limpio recorre Palma y estoy por pensar que es por dejación de sus funciones. Nos acostumbramos a la cochambre, y esos garabatos en vanos, puertas, puentes, dinteles, lo son sin ninguna duda. Después vendrá el ignorante de turno y dirá que el grafiti es una salvajada. El garabato es garabato y el grafiti es arte callejero. Dos mundos distantes. Y, desde luego, distintos.

Cuando a esta ciudad de arena se la pasea, se la bifurca, se la elude en su actual centro turístico, hay muchas posibilidades de toparse con rincones preciosos. La luz las mejora porque quizá Palma tenga la suerte de mantener uno de los mejores juegos de luces que se han puesto en la escena urbana.

Pero la suerte de la naturaleza, de una geografía regalada, debemos cuidarla. No por ser gratis vamos a tratarla a patadas, habida cuenta que algunos solo valoran aquello que pagan. Condición humana, la llaman.

Y desde Cort, impasibles. El sombrero del edificio de Gesa sigue con ese penacho de pintura. Tres letras para decir que sí cuando habría que decirle al pintor de brocha gorda que no.

Ahí sigue. En lo más alto, para que se le vea bien. Qué ufano, si nadie mira ya al cielo, si todos andamos dale que dale al teclado de nuestro amo y señor, el smartphone, 'guasapeando que es gerundio'.

A los amigos de la brocha también les gusta situarse en los bajos, a ras de suelo, para que les vean hasta los niños. Se atreven a tintar de burotacho muros de siglos, bajo los arcos, o a los pies de una escalera imposible. No eligen mal los lugares pero se equivocan en el objetivo y, además, no tienen idea de dibujar, ni de pintar, sus letras de molde no dicen nada, no hay mensaje, es una acción idiota y de respeto al bien de todos, que es la ciudad. Ellos solo la quieren a brochazos.

Compartir el artículo

stats