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Sa Torreta

La casa señorial y el arte contemporáneo

Aspecto de la planta noble en el momento de la adquisición.

Hace 40 años el Ayuntamiento de Palma tomó una decisión importante. En un pleno celebrado en junio de 1975 acordó la compra de Can Morell, o Casal Solleric, en el Born. Pagó 60 millones de pesetas, 360.000 euros, por una de las casas señoriales más espectaculares de la ciudad. El objetivo era convertirla en museo de arte contemporáneo. Una finalidad que se ha cumplido a medias porque, en realidad, no es un museo, sino un centro de exposiciones de arte contemporáneo. Con sonadas excepciones como la muestra dedicada a las figurillas de Lladró.

El edificio es una de las obras de arquitectura civil más importantes del siglo XVIII. Destacan el patio con su escalera monumental y la logia que da a lo que es la parte trasera del edificio, o sea, el Born. En el interior y en el balcón resaltan los trabajos en estuco del italiano Antonio Soldati.

La adquisición municipal no estuvo exenta de polémica. Algunas opiniones pusieron el énfasis en el hecho de que no era el espacio adecuado para el arte contemporáneo. Defendían que se perdía la oportunidad de conservar una casa señorial mallorquina y abrirla al público. En el momento de la adquisición, las quince habitaciones de la planta noble, las que hoy se utilizan para las exposiciones más importantes, conservaban 279 objetos de arte y muebles representativos de los gustos de la isla en el siglo XIX. No en vano, la familia Morell aportó dos destacados artistas: Faust Morell i Bellet y Faust Morell i Orlandis.

La idea original era preservar la planta noble y utilizar el entresuelo y los porches para el arte contemporáneo. Sin embargo, y no sin polémica, al final se desmontaron el mobiliario y los cuadros y se guardaron en un almacén municipal. Hoy 40 años después, solo una habitación, en la que se nuestra el espectacular llit en l'Adrià, muestra lo que eran las casas de la nobleza mallorquina. Cuatro décadas después, cuando otros casals se han compartimentado para venderlos a extranjeros, aún se puede discutir si la decisión adoptada fue la más acertada, si no hubiera sido mejor conservar la esencia original.

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