"¿En sa Casa Blanca hay una feria? Pero si son cuatro calles". La sorpresa era mayúscula para muchos palmesanos. Y es que la muestra y el mercado payeses de este pequeño núcleo de Ciutat son todavía uno de los grandes desconocidos para el grueso de los residentes. Un año más, y ya van tres, sa Casa Blanca repitió su cita con la tradición, la agricultura y la ganadería.

Cientos de visitantes -quizás un par de miles- se acercaron durante la mañana de ayer a una de las localidades con más carácter rural del municipio para disfrutar del encuentro ferial bajo un sol espléndido.

Los animales fueron uno de los ganchos, sobre todo para los niños, que disfrutaron al ver en tres dimensiones esos seres que hasta ahora solo habían contemplado en televisores o libros de texto. Aparte de los animales enjaulados, con los que todos los visitantes se pudieron fotografiar, también se celebraron varios concursos y certámenes de razas autóctonas o perros pastores.

Otro de los atractivos fue el mercadillo instalado en la carretera principal de sa Casa Blanca, un vial estrecho que ayer se quedó pequeño ante la afluencia de gente. La alimentación saludable fue protagonista, aunque también destacaron los productos artesanos (desde cuchillos hasta cenachos, pasando por la alfarería).

Muchos visitantes aprovecharon para quedarse a comer en los (pocos) bares del pueblo. Ayer estuvieron a reventar durante toda la mañana y se hartaron de servir pa amb oli y otras especialidades de comida mallorquina.

Los políticos tampoco faltaron a la cita. Saludaron, sonrieron y se dejaron ver tanto como pudieron. A diferencia de lo que sucediera con la Fira del Llonguet del Pil·larí, el transporte público funcionó mejor. Aunque los buses no pudieron circular por dentro de sa Casa Blanca, hubo servicios aproximadamente cada media hora.