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Palma a la vista

La brecha de Jaume III

El encuentro de los dos pavimentos de Jaume III. L.D.

Son pocos los que caminan mirando el suelo de igual manera que son escasos los que elevan la vista al cielo. Entre medias, el paseante se mueve de frente aunque con la vista en los escaparates. Somos hijos de las lunas y nietos del comercio.

Por todo ello, son pocos los que se habrán percatado de una curiosa brecha en la avenida de Jaume III, una diferencia que la enclava con el origen de la polémica reforma llevada a cabo por el arquitecto Gabriel Alomar en el Plan de 1941 y que se llevó a cabo dos años después, en dos de sus doce fases. Entre las calles Concepció y Aigua el pavimento es distinto al resto de la arteria. Es el único que mantiene la llamada pedra viva y los guijarros a cantos rodados unidos por argamasa o mortero.

El pavimento nuevo está hecho con losetas de piedra caliza dura que reproduce el dibujo o composición del modelo antiguo, aunque sus dimensiones son más pequeñas y sus colores distintos.

Este porcentaje pequeño en comparación con toda la calle tiene consigo su pequeña historia. Bajo los soportales de la avenida el pavimento es de propiedad privada. La asociación de comerciantes y algunos vecinos llevaron a cabo la reforma del pavimento en los años noventa salvo uno que se negó a pagar el coste, molesto sobre todo porque nadie le había consultado. El desacuerdo se resolvió con ese lunar en la cara de una de las calles que ha generado más polémica en la historia contemporánea de Palma.

Recientemente, las obras de asfaltado pusieron en jaque a los vecinos y comerciantes, quejosos de no haber sido avisados y de perder músculo comercial por el ruido y el mal olor . Menos belicosos se mostraron los de Arxiduc.

La historia de esta apertura urbana es vista por algunos como la representación de la "destrucción de la personalidad del barrio que atraviesa", opina Gabriel Bibiloni en su libro Els carrers de Palma. Más tibio en la expresión de su apreciación, los autores de Palma, Guía de Arquitectura, Martí Lucena, José María Fontela, José Luis Mosteiro e Ignacio Pomar. Las dos reformas de Alomar, la de la zona de Jaume III y la del mercado del Olivar "supusieron una radical transformación del entorno que, dados los resultados y desde la perspectiva actual, no siempre resultó justificable. No es de extrañar que estas reformas se hayan visto también como operaciones especulativas que proporcionaban importantes beneficios al capital que las promovía, dada la revalorización de las zonas afectadas".

Recordar que la nueva vía fue saludada con el nombre del Rey Jaime III , con "trasfondo anticatalán muy típico del Régimen de Franco, seguramente debida a la voluntad del arquitecto Alomar y de los que regían en el Ayuntamiento como Joaquín Fuster de Puigdorfila, subjefe provincial del Movimiento", apunta Bibiloni.

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