El concepto de la intimidad varía mucho según las culturas. Hay sociólogos que han dedicado enjundiosos estudios al tema. Sin embargo, una de las ventajas de vivir en un lugar turístico consiste en poder contemplar todas esas diferencias in situ. En el decurso de la realidad cotidiana.

Existe por ejemplo una diferencia que resulta muy significativa entre los países nórdicos y los latinos. Y es comprobable en algunos bares y restaurantes.

Para un mediterráneo, si permaneces sentado en tu mesa y un extraño ocupa de repente una silla libre ello supone una intrusión violenta. Tú estás allí, comiendo tranquilamente con tu pareja o un amigo, y tienes delante a un desconocido que escucha cuanto dices, te da codazos, y comparte incluso las aceiteras y el salero. Nada más irritante e impropio.

Por el contrario, en los países nórdicos resulta lo más normal del mundo que una mesa no tenga sillas desocupadas, sobre todo cuando el local está lleno. Es una forma práctica de ver las cosas. De modo que no hay nada inusual en el hecho de que llegues y tomes asiento al lado de unos señores a los que no conoces. Tras darles los buenos días, claro está.

Para un mediterráneo, ese acto resulta ingrato. Porque entre otras razones imaginas la irritación que estará provocando en el comensal. Y a partir de ese momento, cada roce o ligera colisión estará cargada de tensión y de malentendidos. Tu concepto de la intimidad protege actos considerados privados, como lo es el comer o hablar con alguien, mientras que otras relaciones sociales son totalmente abiertas y desinhibidas. Para otras culturas es lo contrario. Celebran la comunicación en el hecho mismo de comer y beber, y se reservan en otros terrenos.

Son diferencias que se aprecian incluso en pequeños detalles como las ventanas. En los países nórdicos, están abiertas a los paseantes. Con velas, lucecitas, adornos pensados para ser vistos desde afuera. En cambio, cuando los turistas cruzan por algunos pueblos del Migjorn mallorquín se asombran de que todas las persianas estén cerradas, y las casas permanezcan totalmente cerradas hacia afuera.

El turismo ha terminado por crear una especie de terreno intermediario. Donde unas y otras culturas se combinan y mezclan. En este sentido, también puede servir de laboratorio sociológico.

Como ocurre con las formas de entender la intimidad.