Durante la noche del pasado 11 de noviembre, un remolino de aire enfuriado penetró hasta la plaza del Mercat y arrancó de cuajo una rama enorme del colosal ficus que allí habita desde hace unos cien años. Al caer „con gran estrépito, al parecer de algunos testigos oculares„ se llevó por delante la efigie de don Antonio Maura, obra de Mariano Benlliure, sin duda, una de las mejores esculturas que posee la ciudad. Entre las personas presentes en el siniestro hubo alguien que, sorprendentemente, identificó a la malograda escultura con Napoleón. Hace tan solo unos años, en Palma„y me atrevo a decir que en toda España„hubiese sido impensable una confusión así. Por ello, vale la pena recordar la figura de este político mallorquín.

Don Antonio Maura Muntaner nació en Palma el 2 de mayo de 1853. Su padre, Bartomeu, era un industrial propietario de una fábrica de curtidos de la Calatrava. Su madre, Margarita, era hermana y descendiente de una destacada saga de pintores y grabadores mallorquines. Maura estudió el bachillerato en el Instituto de Palma y años más tarde se matriculó en la facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid. Se licenció en 1873. Durante su época de estudiante, debido a su marcado acento mallorquín, educó obsesivamente su dicción y ejercitó la oratoria, cualidades que le serían de gran ayuda en el futuro. Después de ejercer durante unos años como abogado„actividad en la que destacó considerablemente„, en 1881 se inició en la vida política de la mano de su cuñado Honorio Gamazo. El joven mallorquín no tardó en destacar durante sus intervenciones, llegando a escribir de él un conocido periodista que representaba "el más grande orador de la juventud gobernante de la Restauración". Llegó a la presidencia del Gobierno de España en cinco ocasiones. Fue durante el Bienio Glorioso (1907-08) que Maura vivió sus mejores momentos políticos, los cuales se vieron trastocados repentinamente tras los graves sucesos de la "Setmana tràgica" de Barcelona.

Durante su vida sufrió dos atentados, de los cuales salió sorprendentemente con vida. En 1913 fue nombrado director de la Real Academia Española. Como católico impulsó la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús. En 1917 dio un famoso mitin en la Plaza de Toros de Madrid. Entre sus discursos encontramos uno que se torna especialmente emotivo al hablar de Mallorca: "Yo soy isleño. He nacido en una tierra que tiene su historia peculiar y su idioma. Yo me he arrodillado para rezar mis primeras oraciones de niño, junto a la tumba de un rey, que era rey de Mallorca. Mi tierra tiene por frontera el mar, el mar azul, que no sé si es azul porque en él se miran los cielos o porque está mezclada con sus aguas la sangre noble de los héroes y de los semidioses, desde los tiempos de Homero. ¿Quién nació en una tierra con más títulos para ser amada, ni quién me aventajará en amor a mi tierra? Pero cuanto más amo a Mallorca, más amo a España y a mi patria". Éste era don Antonio Maura. En 1920, en reconocimiento a su intensa labor política, el rey Alfonso XIII le nombró caballero de la real y muy insigne Orden del Toisón de Oro, máxima condecoración del reino de España desde la época de Carlos I. El político mallorquín murió el 13 de diciembre de 1925 en "El canto del Pico", en Torrelodones.

A su muerte, otro ilustre mallorquín, Miquel dels Sants Oliver, dijo de él: "Y he aquí lo que podremos decir a nuestros hijos, a nuestros nietos, a toda la juventud sedienta de ideal y movida por los estímulos de la noble ambición y el alto patriotismo: Tuvimos un hombre, Maura, que se elevó por encima de la turbamulta de politicastros ramplones y de intrigantes sin conciencia. Quiso purificar la administración, ennoblecer las funciones de gobierno, detener la catástrofe, disciplinar la anarquía mansa de los indiferentes y afrontar la violencia y destructora de los sectarios. El solo valía por un partido y llenaba una generación. Vertió su sangre en defensa de la sociedad; por servirla y detenerla en el camino del despeñadero arrostró todos los peligros, todas las amenazas€".

El monumento

Tras su fallecimiento, el alcalde de Palma, Guillermo Dezcallar Montis, junto con el resto de la corporación municipal, acordaron erigir un monumento en su memoria. Pare ello se abrió una subscripción popular y se nombró una comisión para que se encargase del asunto.

Joan Alcover, amigo íntimo de Antonio y de la familia desde la infancia, escribió a los Maura, residentes en Madrid, solicitando alguna sugerencia para la realización del monumento. Francisco Maura, hermano del político, le respondía de tal manera que, casi sin darse cuenta, configuró las líneas esenciales del futuro conjunto escultórico: "[€] Creo que el monumento ha de consistir en una excelente estatua de bronce, modelada por [€] uno de los primeros escultores españoles, siendo este Mariano Benlliure. La estatua para ser la representación que encarne a don Antonio Maura ha de estar en actitud perfectamente tribunicia, inspirándose en todo lo posible en las actitudes que adaptó, por ejemplo, en su famoso discurso de la plaza de toros de Madrid, al hablar a aquella muchedumbre. Otra postura más mansa no procede y no sería la verdadera personalidad que se trata de perpetuar". La carta, mucho más larga, continua más abajo: "Además de lo dicho, hay querido amigo Juan otra faceta, que no deja de tener bastante interés, y que te diré también con la mayor reserva. Se trata de la cuestión de pesetas, [€]. Mariano, que como comprenderás está completamente ajeno a lo que te confío, y que sólo lo deduzco por el historial que tengo de su amistad, al tratarse de mi hermano Antonio, y de mis modestos varios, ha de tener un desinterés y unas delicadezas, que seguramente no encontraríamos en otro escultor, seguramente inferior a él". Al final de la carta, Francisco, insiste en cómo ve él la configuración del monumento: "Repito pues querido amigo que mi modesta opinión es que el monumento a Antonio Maura ha de consistir en una buena estatua en actitud oratoria, apoyada en un escaño y en ademán tribunicio. Su pedestal lo más sencillo y grandioso por la misma sencillez. Aquello que vulgarmente se dice: poco y bueno".

A finales de 1926 Benlliure visitó Palma acompañado de su sobrino, el arquitecto Goerlich. Junto a algunos miembros de la comisión del monumento, Llorenç Cerdà, Manuel Bonet, Antoni Pinya y Pascual Ribot Maura. Juntos eligieron el emplazamiento de la escultura: la plaza del Mercat. Un año después, Benlliure regresó a la capital mallorquina para concretar algunos aspectos del proyecto. En aquella ocasión se reunió con Cerdà, Bonet, Alcover, Oleza y el arquitecto municipal Gaspar Bennàzar. Fue entonces cuando se decidió, por ejemplo, que la base del monumento debía ser de piedra de Binissalem. A lo largo de 1927 y 1928 el escultor valenciano trabajó en la maqueta, los moldes y la fundición de los bronces y en la figura de mármol blanco titulado "La verdad". Para la creación de esta última tomo como modelo a su nuera Soledad. Parece ser que inicialmente la esculpió desnuda, "pero los aire timoratos de la moral de la época" obligaron a Benlliure a vestir la escultura con un fino velo. Ello explica aquella denominación popular que hubo en Palma cuando, al referirse a la escultura, hablaban de La verdad€ a medias.

Gaspar Bennàzar fue el encargado de ejecutar el proyecto, siguiendo los planos de Goerlich y reordenó el espacio urbano de la plaza. Los bronces y "La verdad" fueron colocados en el monumento el 26 de noviembre de 1929. La inauguración oficial fue unos días después al celebrarse el cuarto aniversario de la muerta de don Antonio. Al acto acudió„junto a las autoridades y la extensa familia Maura„toda Palma.

Fueron pasando los años y el monumento se fue degradando. Fruto de la barbarie„y para vergüenza de todos los mallorquines y mallorquinas„la bella figura de La verdad perdió un trozo de nariz, un brazo y parte de los dedos del otro. A finales del siglo XX, gracias al entusiasmo incombustible y altruista de Marisé Fernández-Segade, a la sazón presidenta de la Asociación de Vecinos San Jaime, se consiguió aunar las fuerzas suficientes para que el monumento fuese restaurado. El 2 de diciembre de 2004 se pudo ver de nuevo el monumento limpio y arreglado.

A pesar de ello, debido a diversos aspectos que confluyen en la plaza del Mercat, al cabo de pocos años el monumento volvía a presentar un mal aspecto. Desde el año 2013, a instancias de la Fundación Antonio Maura y la Fundación Mariano Benlliure, el Ayuntamiento de Palma está trabajando, con la prudencia y delicadeza que este caso requiere, para dar una solución que garantice la dignidad que se merece la obra de Mariano Benlliure y la memoria de don Antonio Maura.