Los modos del turismo han ido cambiando con el tiempo. Aunque algunas cosas siguen igual, o quizás se han acentuado todavía más. De esos fenómenos te das cuenta no sólo cuando compartes la cotidianeidad con el fenómeno turístico. Sino sobre todo cuando tú mismo te trasmutas en "guiri" y visitas otros lugares, en los que estás fuera de contexto. Entonces entiendes mejor las cosas que suceden en tu lugar de origen.

Así, en mis últimos desplazamientos por algunas ciudades muy turísticas de la península he comprobado hasta qué punto se ha multiplicado el sistema de "cazadores de guiris". Caminas por cualquiera de las arterias más concurridas y no cesan de producirse las invitaciones, de mano de alguien que esgrime la carta como si fuera una tentación. Te ofrecen todo tipo de precios y productos. Sigues y, unos metros más allá, de nuevo otro lanceador te persigue con sus ofertas.

Es así como el atravesar ciertos centros históricos acaba pareciendo un safari de clientes. Una búsqueda cinegética del posible usuario, empleando todos los medios persuasivos a su alcance.

Esto te permite, una vez en casa de nuevo, contemplar tu realidad de una forma diferente. Y sobre todo, ver las reacciones de los posibles "targets" de tal marketing callejero. En una proporción elevada, los turistas mueven la mano negándose a escuchar. Parecen recelosos por el ataque de la carta de pizzas o mariscos. Una segunda categoría, un poco menos significativa, se detiene unos instantes. Escucha y mira. Pero luego no se decide y marcha.

Queda el tercer escalón, el más minoritario. El matrimonio que acepta sin reparos la invitación. Consultan entre ellos y pasan directamente al comedor. Convencidos de que ha sido una buena elección.

De este modo, aunque sea un porcentaje menor, el sistema finalmente funciona. Justificando el gran esfuerzo de postular las bondades del local a todos los que pasan, uno tras otro. Recibiendo a veces gestos hoscos y malas caras.

En general, el turismo se ha industrializado considerablemente durante los últimos años. Y en medio de esa competencia junglesca, no es extraño que pervivan estos safaris de guiris a la busca de clientes.