Los primeros intentos documentados de establecer una escuela náutica en Palma se remontan a las últimas décadas del siglo XVIII. En 1775, Manuel de Zalvide, en aquel entonces Comisario de la Guerra de la Real Armada en Mallorca, vio con claridad la necesidad de introducir los conocimientos náuticos más avanzados entre los jóvenes marinos mallorquines. Zalvide conocía los buenos resultados, especialmente para el comercio marítimo, que había dado la Escuela Gratuita de Náutica fundada en Barcelona en 1769. En un primer momento, el intento de instaurar la escuela fracasó. Pero se constata que, entre 1779 y 1799, la Real Sociedad Económica Mallorquina de Amigos del País (RSEMAP), "cuya laboriosidad firme y constante en todo cuanto tendiera al progreso y cultura de nuestra isla difícilmente puede ser descrita con palabras", cogió el testigo de Zalvide. Esta institución había establecido clases de matemáticas y dibujo, y entonces también decidió introducir cursos de conocimientos náuticos, convirtiéndose en la primera escuela para navegantes.

En 1790, tras fundarse la creación de la Compañía Mallorquina de Comercio, el marqués de Solleric, importante mercader y conocedor de los negocios de la mar, fue comisionado por la RSEMAP para que contratase al piloto de la Real Armada Francisco Faquineto con el fin de que impartiese las clases de navegación. Como anécdota, se puede hacer mención al intento por parte del obispo Bernardo Nadal de crear una escuela náutica en Sóller, su pueblo natal, la cual estaría bajo la advocación de San Raimundo de Peñafort, el mismo que según la tradición había zarpado del puerto de Sóller planeando, con su capa sirviendo de vela, sobre el agua. A pesar de que el proyecto estuvo muy bien pensado y elaborado, al final no se pudo llevar a cabo.

En 1799, el marino Juan González Cepeda empezó a dar clases de náutica en la Escuela Patriótica de Primeras Letras, sostenida por la RSEMAP, la cual estaba situada en la calle del Sindicat, para, al poco tiempo, trasladarse al oratorio de la Lonja, cedido por los Defenedores del Real Colegio de la Mercadería: "La primera hora se dedicaba a la enseñanza de la doctrina cristiana y las restantes a leer, escribir y contar, explicándose rudimentos de astronomía y navegación a los alumnos que estaban en condiciones de aprenderlos".

En 1800 estos estudios náuticos, un tanto intermitentes y desordenados, impulsados por la RSEMAP fueron substituidos, reestructurados y ampliados por otros que estableció el Rey en Mallorca tras crear el Real Consulado de Mar y Tierra. Mediante una Real Cédula se conminaba al Consulado a crear una Escuela de Pilotaje, Comercio, Agricultura y Comercio. La nueva institución enseguida continuó con los estudios náuticos, dejando para más adelante las otras materias por carecer de dinero suficiente. Antonio Già, a la sazón cónsul y presidente de la comisión encargada del ramo de Náutica, Pilotaje y empresa del Muelle y Portopí, planteó declarar exentos del servicio militar a los estudiantes de la nueva escuela.

El edificio del Consolat de la Mar acogió la Escuela Náutica, en el lugar que había sido su almacén. El funcionamiento iba a un ritmo aceptable. Ahora bien, de repente un acontecimiento inesperado iba a provocar un importante impulso a los estudios náuticos: la guerra contra Francia, la Guerra de la Independencia. Recordemos que el conflicto bélico tuvo como escenario prácticamente toda la Península, no así las Balears, que quedaron un tanto al margen. Esta situación privilegiada de las islas atrajo al comercio marítimo peninsular en masa: especialmente a los catalanes, sobre todo después de la caída de Tarragona (1809), y a los valencianos tras la caída de Valencia en 1812, que arribaron al puerto de Palma con sus barcos, sus productos coloniales, sus preciados paños€ y hasta con sus propias fábricas, "a grave quebranto de los importadores y gran beneficio de nuestra marina", tal como recordaba Juan Llabrés Bernal: "El puerto, apenas frecuentado antes sino por embarcaciones de cabotaje, no podía contener las que llegaban con pingües cargamentos de Caracas, Veracruz, Cuba, Jamaica, Gibraltar y de los puertos principales de Europa con los cuales el tráfico era posible".

Desde aquella asombrosa prosperidad mercantil y marítima medieval que empezó a declinar con la desaparición de la dinastía real mallorquina a mediados del siglo XIV, el puerto de Palma no había conocido un período de tanto auge. Como es lógico, la Escuela Náutica también salió beneficiada. Tantas fueron las matrículas solicitadas que no quedó más remedio que establecer una segunda Escuela de Pilotaje.

Al finalizar la guerra, la vitalidad del comercio y del puerto de Palma se mantuvo. De hecho, las matriculaciones seguían en aumento. De todas formas, las autoridades marítimas no tardaron en percatarse en que eran muchos los que tras realizar sus estudios en la Escuela no buscaban trabajo en el sector náutico-mercantil. Por ello, en 1829 se pidió un informe sobre esta situación al asesor Onofre Gradolí. Al ser éste redactado, Gradolí empezó señalando las grandes ventajas que suponía tener una Escuela Náutica en la isla, pero después continuaba señalando que "va creciendo un abuso de poco tiempo a esta parte que el Consulado no puede tolerar, pues muchos jóvenes emprenden y concluyen el estudio del Pilotaje sin haber jamás pensado en abrazar la carrera de la navegación mercantil, ni ser útiles a la Real Armada, no proponiéndose otro objeto que el evadirse por este medio del servicio militar conforme se ha dispuesto". A partir de ese momento se redujeron el número de matrículas y se estudiaron caso por caso cada una de las matriculaciones para intentar evitar más irregularidades.

De todas formas, y a pesar de éste último episodio, lo cierto es que el mar y el mundo naviero gozaban de muy buena fama entre la juventud palmesana. Santa Catalina fue un barrio que proporcionó un buen número de alumnos a la Escuela Náutica. Según contó Enrique Alzamora en Costumbres del Arrabal, el primer ´catalinero´ en conseguir el título de Piloto fue el patrón Mateu Coll, alias Collet, en 1814. Por lo visto, para presentarse a los exámenes de la Escuela Náutica era obligatorio ir con levita y chistera, por lo que "hubo alguna levita del Arrabal que sirvió para toda una dinastía de Pilotos, siendo de notar que ninguno de ellos usaba calcetines€". Así era las cosas en la Palma decimonónica. Se puede decir que el convulso siglo XIX en España benefició mucho a la marina mercante mallorquina pues, mientras muchos puertos peninsulares decaían, el de Palma iba ganando más y más actividad mercantil.

En cuanto a los estudios náuticos, a partir de 1848 se fueron regularizando. Primero quedaron integrados en los institutos de segunda enseñanza. Por ello, la Escuela pasó del Consulado al edificio de Montesión, siendo Francisco Manuel de los Herreros el director y catedrático del Instituto de Palma. En 1857, las enseñanzas náuticas pasaron a depender de la Diputación de Baleares. El decenio de 1850-1860 fue el que alcanzó mayor número de alumnos, que oscilaron entre 70 y 90. A partir de esas fechas empezó la lenta decadencia de la actividad marítima y también de la Escuela. Juan Llabrés apunta dos de los motivos principales por los que empezó la crisis: la Guerra Civil de los Estados Unidos de América, que provocó un descenso importante de los viajes atlánticos, y la aparición de la navegación a vapor. El curso 1912-14, al que asistieron únicamente tres alumnos a clase, fue el último año en que funcionó la Escuela Náutica. Se cerraba así otro episodio de la historia marítima mallorquina.