Huele a café touba recién preparado y a buñuelos. Mariama Barros aprovechó la oportunidad de la Fira de Son Gotleu para presentar algunos de los platos que ofrece en su restaurante africano. Como ella, otras mujeres adscritas al programa de microcréditos de Treball Solidari se dieron cita ayer en la plaza de Orson Welles, en el barrio con el mayor porcentaje multicultural de Palma. Aún no había llegado Mateo Isern pero ella y su familia de Senegal tenían clara su petición al alcalde de la ciudad: "Le pediría que no hubiera tanta policía, porque tanto control da una idea de que quienes vivimos aquí somos peligrosos, y somos de fiar". Lleva 18 años residiendo en Palma. Está casada, su marido regentas un negocio de frutas en el barrio, y tiene tres hijos. A su lado, su hermana Salimarta y sus hermanos Abdullai y Baypa. Ellos alegrarían la mañana con su música. Su ritmo alcanzó al mismísimo Isern que se marcó unos pasitos y no dudó en rasgar la kora, la guitarra de Senegal. "Suena muy bien", dijo el edil, que no paraba de bromear con los pequeños africanos de Son Gotleu que quisieron retratarse con "el señor".

El guitarrista de kora invitaba a bailar. Apenas un par de niños se decidían. No la pequeña Caba, ataviada con la camiseta verde de Crida. "Hoy es hoy. Mañana es mañana. Soy de África, soy de Senegal, vivo aquí, soy mallorquín... Español", concluyó tras el apunte que le hizo una de sus hermanas. Llegaba la comitiva de Cort.

"Son Gotleu es una zona prioritaria para este equipo de Gobierno, continuaremos viniendo a este barrio porque deseo que se visualice nuestro apoyo a esta barriada, tenéis mi compromiso más sincero y personal para hacer todo lo posible para mejorarlo", prometió Isern.

"Es una prueba, y por el momento, estoy satisfecha con el resultado", aseguraba Antonia Fornari, concejal de distrito que ayer insistió en que "la feria fue una petición de la asociación de los comerciantes del barrio.

En Son Gotleu viven más de 10.000 personas, en un alto porcentaje en precarias condiciones económicas -hay mucho desempleo, desarraigo cultural, problemas de convivencia por razones de territorialidad, entre otras-, pero "aquí hay luz también; se puede vivir", dijo Fornari.

Ros Mary nació en Nigeria. Tiene 34 años. Llegó diez años atrás. Ha montado una agencia de viajes en el barrio, Eddu Viajes. Hace tres meses que ha entrado en la lista de los microcréditos. Isern se para a saludarla. "Estoy muy feliz de que hagáis esto", expresó Isern. Ella inició sus estudios de Derecho, pero con tres hijos y la agencia, "no tengo tiempo; ya volveré más adelante".

Entre los tenderetes de artesanos ajenos al barrio pero que se suelen apuntar a las ferias de la isla compartía espacio Paquita Gayá, que vive en Son Gotleu desde que tenía tres años. Su madre la observaba. Ahora descansa. Tiene 88 años. Fue ella quien abrió la mercería. "Soy hija de trabajadores que vinieron de la península y se instalaron en Son Gotleu, un barrio muy popular. "Está muy bien que hagan esta feria porque el barrio está muy degradado y es difícil subsistir; ellos (los emigrantes) cobran ayudas de Cort, vienen y te dicen ´te doy un euro´. ¿Cómo voy a vivir con semejantes precios? La convivencia es buena. Yo me llevo bien con todo el mundo".

Una marroquí, Hayat Kandrouch, no vive en la zona aunque la conoce bien. Ella es de las que va a los mercadillos de toda la isla. Vende ropa india y artesanía a muy bajo precio. Los niños acaban de comprarle un juguete por unos euros. A lo lejos, se ven persianas levantadas. Vuelve a hacer calor.