Sentada en su silla de ruedas, con una mirada de ojillos pequeños que aún revelan la personalidad "curiosa que tuvo siempre", sor Encarnación Obrador tiene sueño. La víspera hubo fiesta en el convento de las Capuchinas, fiesta grande. Sor Encarnación cumplió 104 años. El resto de las religiosas festejaron a la veterana del centro religioso. Ella apenas articula palabra. Sí para repetir: "Estaría en la cama durmiendo". Sonríe y vuelve a agachar la cabeza tras haberle dado un repaso a la estancia y a lo que sucede fuera, en el jardín. Un operario arregla este histórico convento.

Sor Encarnación se llamaba Margarita antes de tomar los hábitos. La hija de José y Jerónima nació en sa Pobla. De sus ocho hermanos, cuatro además de ella eligieron el retiro espiritual, su hermano se hizo de los Sagrados Corazones y sus hermanas, una de la Misericòrdia y otra clarisa. Ella optó por las capuchinas.

Durante dos trienios, ella fue abadesa de la compañía de monjas de clausura pero si en algo destacó fue en su labor al frente del archivo. "Lo cuidó durante muchos años; sabía todos los documentos que había en la casa", subraya sor María Paulina, una franciscana nacida en Calamonte, Extremadura, que al igual que otras religiosas de su orden, han sido trasladadas al convento de Capuchinas para reforzar la pérdida de población de un centro en el que solo viven tres, sor Encarnación, de 104 años; sor Margarita, de 96 y sor Trinidad de 80.

Al alba

Ésta acompaña en la estancia a su centenaria compañera. "Pasa toda la mañana en la iglesia. Nunca se ha quejado de nada. Quiere levantarse pronto, para asistir a la misa de las 6.00, pero ella quiere estar una hora antes con la comunidad", cuenta la capuchina nacida en Génave, Jaén.

Cuando sor Encarnación cumplió 100 años, Jesús Murgui, obispo de Mallorca por aquel entonces, ofició la misa. La monja caminaba con andador, bajaba a pie, cuentan sus compañeras. "Leyó una carta que le había escrito al obispo", prosiguen el relato. Una caída ya la dejó postrada en la silla de ruedas. Sin embargo, su cuerpo está erguido.

En la fiesta de celebración de sus 104 años asistieron familiares, así como distintos investigadores como Aina Pascual, entre otros, que obtuvieron muchísima información de sor Encarnación. Fue la memoria del convento de clausura, exhaustiva archivadora de los bienes patrimoniales que guarda el convento, entre ellos el famoso Belén.

Si la cocina no le tentó, sí mostró durante años su destreza en los telares de pasamanería, siendo la única capuchina que durante años supo tejer a la antigua usanza. Ahora sus dedos se cruzan entre ellos. Son los 104 años de sor Esperanza.