Cuando Nando Prats explica los "tres reposos" que tiene que tener la masa del pan, uno entra en una dimensión mística. No en vano se trata del pan, el alimento básico en la historia de la humanidad.

"El primer día que tuve que hacer pan porque mi primo, que era quien se encargaba de hacerlo, había sido ingresado en el hospital, la masa se me caía al suelo. Le eché una mayor proporción de un ingrediente y me salió demasiada masa. El pan necesita reposo, al menos cuatro, se divisa y antes se ha de compactar. En el último reposo se le da la forma y se cuece. Ahí ya le has matado. Es un elemento vivo, formado por harina y agua", recuerda Nando.

Él es continuador de las artes pasteleras y panaderas de su padre Sotero Prats, que se hizo en 1965 con la pastelería Frama en Marqués de la Sènia. El nombre del negocio procede de las primas Francisca y María, aunque la miga viene de lejos. Pioneros en aportar el pan integral a Palma así como los pasteles de limón, naranja, moka y las trufas, se cuenta en la historia del local que sus cruasanes movían las papilas gustativas de Federica de Grecia, la madre de la Reina, que llegaba a la pastelería escoltada "por un montón de hombres", cuenta Ana Pérez, madre de Nando.

Ella es la memoria de Frama. Casada con el segundo Sotero, los ramales dulces de la familia, cuenta historias. "El bisabuelo Juan Prats nació en Eivissa y tenía un barquito que hacía la travesía Cuba-Eivissa; enviudó y envió a Barcelona a sus cuatro hijos, Juan, Sotero, María y Águeda. Sotero se casó con Teresa Guevara, que también procedía de una familia de pasteleros, y tienen a Sotero, mi marido. Ellos se fueron a Sevilla a montar un negocio con ensaimadas y cosas de Mallorca, pero al inicio de la Guerra Civil vuelven a la isla". De los hijos, volvería a ser Sotero quien pondría el azúcar.

"Mi marido trabajó en el horno del Santo Cristo y en el de Santa Eulàlia. Nos fuimos a Madrid y él viajaba por ahí para aprender más cosas del oficio. En Madrid trabajó en la pastelería Formentor que abrió Cayetano Forteza, casado con la artista Pepa Ramos", relata, sazonado con mucha gracia y algún que otro cuchicheo.

El primogénito de Sotero y Ana, Nando, lleva el arte de las ensaimadas en su código genético aunque admite que "me fui a trabajar a una oficina porque no aguantaba más este oficio solo que mi padre enfermó y ya me tuve que quedar. Poco a poco empezó a gustarme". Su especialidad son las ensaimadas. El cocinero Koldo Royo le vindica como uno de ´los grandes´ de la espiral mallorquina.

Un cliente, desde hace diez años, la pastelería es también cafetería, habla con Rosa Díez, la mujer del pastelero. "Anoche estuve viendo el partido". "Ah, ¿pero había un partido anoche?". "Sí, sí, y también vi al Mallorca; lo vi perder". Rosa sonríe. Le da igual.