A veces, la historia trenza sus nudos de forma invisible. Sin que seamos capaces de darnos cuenta de ello. Este domingo día 4 se cumplen 272 años de la ejecución del teniente Bustillos en el Born. Uno de los más sonados episodios del siglo XVIII en la ciudad. Ese oficial de Dragones, ayudó a fugarse a una monja del convento de la Misericòrdia, y tras una huída a través de túneles y alcantarillas, escaparon los amantes por mar.

Desatado el escándalo, el glorioso capitán don Toni Barceló saldría a darles caza. Tal vez el único episodio antipático de la carrera de ese gran marino, a quien tan agradecidos estuvieron los isleños.

Capturados antes de desembarcar en la península, los amantes recibirían un duro castigo. La religiosa, condenada en vida a ser la última en su convento. Rejas y sombras. El teniente de Dragones, a ser decapitado.

Bustillos, haciendo gala de una sangre fría impresionante, diseñó su propia máquina homicida. Una versión anticipada de la guillotina. Aparato con el cual fue ejecutado en pleno Born, entre la expectación popular que despertaban tales eventos.

Lo más curioso es que, una vez muerto el oficial, no sabían qué hacer con la protoguillotina que él mismo había inventado. Y a falta de una solución mejor, decidieron enterrarla en el Hort d´en Moranta. Era esta la única zona sin urbanizar que restaba en la ciudad amurallada, con un lienzo del perímetro medieval. Cerrada por la nueva muralla renacentista.

Nada más se supo de la guillotina de Bustillos. Pero a uno le gusta imaginar que aquel artefacto de muerte llevó consigo la semilla de la maldición. Y, reposando en el Hort d´en Moranta, tal vez fue removido en las obras para levantar la calle Bonaire, que ocupa su lugar.

Quien sabe si en aquel mismo lugar donde fue enterrada, se levantó un modesto edificio. Donde, en los años cincuenta, funcionaba una tintorería regentada por un tal Tudurí. El mismo que asesinó friamente a tres personas. A las que quemó en el horno para hacerlas desaparecer.

Sería el último ejecutado a garrote vil en Mallorca. E inspiraría la historia de la película de El Verdugo. Quizás, por la maldición de la guillotina de Bustillos. Que dormía bajo sus pies. Irradiando radiaciones asesinas.