Con 18 pisos de altura y una cubierta de vuelo de 78 metros de ancho por 334 de largo, en la que cabría tumbado el rascacielos Empire State, el portaaviones estadounidense USS Harry S. Truman, fondeado desde el jueves en la bahía de Palma, es una auténtica ciudad flotante en la que habitan 5.000 almas.

Cada uno de sus tripulantes tiene una función específica que cumple a rajatabla en turnos rotatorios para hacer posible el correcto funcionamiento de esta embarcación que está en marcha las 24 horas, incluso durante los cinco días anclado frente a la capital balear antes de zarpar mañana hacia la base de Norfolk, en Virginia.

El Harry S. Truman es el noveno portaaviones de propulsión nuclear de la armada norteamericana y su función es "proteger los intereses de los Estados Unidos en todo el mundo, en todo momento y en cualquier lugar", según reza su dossier de prensa.

Ha llegado a Palma procedente de Oriente Próximo, donde ha dedicado los últimos ocho meses a misiones de apoyo de seguridad en la operación Libertad Duradera, como parte de la Quinta Flota. El ala embarcada CVW 3, con 80 aeronaves abordo, ha completado 2.900 salidas y 16.400 horas de vuelo desde agosto de 2013 en apoyo de las tropas terrestres de la coalición en Afganistán.

Desde el jueves pasado, este portaaviones dedicado a la memoria del 33 presidente estadounidense está fondeado en la bahía de Palma, donde se mantiene inmóvil gracias a dos anclas de 30 toneladas cada una.

Como el barco viaja de regreso hacia Estados Unidos, donde pasará dos años en dique seco por labores de mantenimiento antes de emprender su próxima misión, sus alrededor de 5.000 tripulantes han tenido la oportunidad de bajar a tierra, pasear por Palma, hacer compras, alguna excursión y probar la comida local.

Cambiar de aires rompe la rutina de estos marineros tras casi nueve meses de misión en los que han recalado en un puerto aproximadamente cada treinta días y no siempre en escalas tan largas como la de Palma. "Si no fumas, a veces pasan dos semanas sin que hayas salido una sola vez a tomar el aire", explica la capitán de corbeta Jones.

Además de las horas de servicio, el día a día de los tripulantes se organizan meticulosamente. También hay turnos para comer, ver la televisión o hacer deporte.

Hay unos ochenta cocineros en el portaaviones, casi tantos como pilotos (que son alrededor de cien) y sirven unas 18.150 comidas al día. Del mismo modo que hombres y mujeres duermen en zonas separadas (alrededor de un 25 % de la tripulación el Harry Truman son mujeres), los comedores se organizan por graduación.

Cuando el Harry S. Truman está navegando, hay embarcaciones de suministro que transportan comida a bordo una vez a la semana. El portaaviones tiene su propia desalinizadora y potabilizadora de agua y un sistema de tratamiento de residuos donde se separan por tipos, se compactan y almacenan hasta que llegan a puerto.

Todas las necesidades están cubiertas, incluidas las espirituales, con tres capellanes a bordo (un católico, un ortodoxo y un protestante) y oficios religiosos para las distintas confesiones que conviven en el buque.

Para el tiempo libre, hay varios gimnasios, un entrenador profesional y salas de proyección. Además, el portaaviones recibe periódicamente la visita de artistas famosos que acuden a animar a la tropa, a veces organizan bingos y alguna competición deportiva como minimaratones en la cubierta de vuelo.

También hay calabozos, "por si alguien se mete en líos o toma decisiones equivocadas", detalla el capitán de corbeta Jones, quien recalca que la edad media de la tripulación se sitúa entorno a los 20 años, aunque el tripulante de mayor edad es unos de los oficiales de alto rango, que tiene 55 años.

Mantener en marcha esta auténtica ciudad flotante, que desplaza 97.000 toneladas y en la que nada se deja al azar, tiene un coste operativo que ronda el millón de dólares al día, según explica el teniente John Fage, uno de los 30 oficiales de relaciones públicas del buque.

Mañana zarpará de regreso a casa, pero es muy probable que algún día el Harry S. Truman vuelva a surcar las aguas de Baleares, ya que está prácticamente al inicio de su vida útil.

Con solo 16 años de operatividad a sus espaldas, el Harry S. Truman tiene todavía muchas millas náuticas en perspectiva si se tiene en cuanta que el último portaaviones estadounidense que visitó Palma, hace ahora dos años, el Eisenhower, fue retirado del servicio en diciembre de 2012, después de cumplir 51.