Mal vamos, cuando un delincuente se permite el lujo de hacerse el ofendido. Óscar Collado se presenta como un mártir apenas unos minutos después de declararse culpable de prevaricación continuada, malversación de caudales públicos, falsedad documental y fraude a la Administración.

Porque, conviene recalcarlo, la condena por conformidad es firme. No hay recurso posible. Collado ha conseguido una sustancial rebaja en la pena, pero a cambio ha tenido que admitir las tesis de la fiscalía. Es decir, que se quedó dinero público, cobró comisiones y cargó en las cuentas de la empresa gastos personales. Después de esto, se podría esperar que saliera de la Audiencia cabizbajo y entonara el mea culpa, pero no. Se niega a pedir perdón, dice que es inocente y se queja de la pena de telediario. A este paso, todavía nos tocará a todos disculparnos ante los corruptos.