Empezar de nuevo no hace distingos en linajes. El desempleo toca con la frialdad de un cuchillo muy afilado a casi todo el mundo. Tres mujeres, dos de ellas amigas de "toda la vida", se han encontrado en la tesitura de "volver a empezar". Una decidió dejar su puesto en el Centro Baleares Europa, después de 27 años, y tras vivir la experiencia del sí no de un cierre que finalmente no se consolidó pero que dejó tocados a algunos de sus empleados. Es el caso de Remedios Zaforteza. "Nunca me imaginé que a mis 53 años iba a encontrarme en una situación así", dice. Ahora sonríe porque vuelve a haber luz en su vida.

Su amiga Catalina Socías dejó la enseñanza de preescolar cinco años atrás después de 27 años de docencia en un colegio de Son Gotleu. "Me pedí excedencia porque trabajar con niños después de tantos años se hace duro", apunta. La tercera historia es la de Marta Dezcallar, la más joven. Trabajaba en el aeropuerto y se quedó sin empleo. ¿Qué hacemos? la pregunta las unió. Fue el motor que ha puesto en marcha Illart, una tienda de souvenirs en el corazón de lo viejo de Palma, en la calle Deganat. Lo inauguran hoy.

"Vendemos artesanía mallorquina hecha en Mallorca", explicitan. La aparente redundancia tiene sentido ya que en el baúl de los recuerdos existen copias. Las tres amigas son de la isla, de Palma, concretamente, y no quieren caer en falsedades.

Para ellas, su vuelta a empezar tiene un kilómetro 0, el que ha llevado a las tres desde la ciudad a los distintos municipios de la isla en busca de artesanos y proveedores. "Fue una válvula de escape, porque hemos encontrado una cantidad de personas muy interesantes y con una experiencia enriquecedora", señalan Catalina y Remedios.

Así han pasado buena parte del verano pasado yendo de Capdepera, Artà -en estas zonas es donde están las mejores artesanas de llatra, la de las cestas-, a Pòrtol, donde el barro es carta de presentación de la zona y a Manacor, donde conocieron a un herrero. "Los artesanos no tienen prisa. Aprendes mucho con ellos, de su manera de ver las cosas, pero claro se hace difícil... En Mallorca no hay muchos proveedores y por eso son caros", comenta Marta, la experta en relaciones públicas de las tres.

Han alquilado un local en lo viejo que antes ya fue tienda de recuerdos y al que ellas han dado una vuelta de tuerca. El blanco de las paredes encaladas resalta el colorido de las telas de llengües que ellas usan para cestas, paños, manteles, y que procede de Santa Maria.

Catalina es la artista, así la señalan las otras dos, y ha hecho, además del logo el tapizado de las sillas menorquinas a partir de telas de atillo. Venderán manteles, trapos, y algunos los coserá ella. "¡He descubierto que de mayor quería ser artista"!, dice riendo.

En su local, los recuerdos se actulizan también con pulseras hechas con el mapa de Mallorca en plata, o los imanes de siurells. No falta en el surtido, buena parte de la mejor despensa de la isla.