A menudo delegamos en aquellos a quienes elegimos con el solo gesto de depositar una papeleta en la urna. Durante cuatro años, los elegidos serán pasados por la quilla de la opinión pública; últimamente muy movidita porque el politiqueo da mucho juego. ¡Ay qué ver qué piezas están sobre el tablero del poder!

Los de a pie no deberíamos estar exentos de la crítica porque somos, en cierto modo, reflejo del tablero. Vamos a por un poco de autocrítica porque también nos lucimos en nuestro comportamiento urbano.

Las ciudades, lugares donde las elecciones son constantes, segundo a segundo, tan aleatorias que a menudo no somos conscientes de que decimos sí o no. Una de ellas es hacer caso omiso a los letreros. Pese a todo, la jungla del anuncio y el cartel proliferan.

En una céntrica calle de Palma se lee un ruego escrito a mano: "Per favor, no aparcar. Gràcies". Frente a la caligrafía escrita en tinta negra, dos coches estacionados. Imagen oxímorón. En Palma abundan. Prosigamos.

Es habitual ver dibujado sobre el asfalto el signo de una bicicleta que indica que por allí sí pueden circular. Como si los ciclistas fueran invisibles, o ciudadanos de tercera, por su carril transita el de a pie, el de la moto y coches. Claro que sucede a la inversa también, es decir, que donde las aceras están hechas para el vagabundaje de los paseantes, éste se ve amenazado por ciclistas que se saltan a dos ruedas el respeto a los de a pie, a riesgo de acabar todos por el suelo, ciclista y peatón hechos un ovillo patético.

Otra imagen oxímoron es la que dibuja el carril que permite transitar a los buses y a los taxis y que es obviada por el resto de vehículos. A la inversa sucede, como si fuera una vendetta de Palermo, que los del transporte público, sobre todo los autobuses de tripa neumática en su cintura, invadan el resto de carriles. La calle es para quien la pisa, y quien pisa a lo ancho pisa mejor.

Tiemblen los de los canes porque si bien es cierto que de un tiempo a esta parte los dueños de animales se han esmerado en cumplir con la retirada de excrementos de sus perros, se siguen viendo letreros indicativos de la recogida fecal de los bichos y no muy lejos, encontrarnos con un excremento. Otros letreros que a veces ignoramos son los de ceder los asientos del autobús a las personas mayores, embarazadas o personas con dificultad motriz.

Las ciudades son espacios del común en que para ´garantizar´ la convivencia se establecen normas. Los límites suelen ser contradictorios. Nada más difícil que acotar entre la voluntad individual y el contento colectivo.

Se han gastado, se siguen gastando, miles de euros en poner señales en la ciudad para ´hacerla de todos, ésto último es un buenismo en toda regla porque las ciudades son más de unos que de otros. Dicho ésto, sigamos con la autocrítica: ¿Qué hace ese coche frente al vado permanente de un garaje particular cuyo propietario paga su respectiva cuota anual?

Sería demasiado pedirnos que diéramos ejemplo a los que están sobre el tablero, quizá así muchos se podrían ahorrar el latiguillo: "Tenemos los políticos que nos merecemos". ¿O sí?