Quien encuentre a un barbero afeitando a un payés es que ha observado detenidamente los miles de detalles que hacen que el belén de Cort sea uno de los más admirados de Ciutat. Ayer fue abierto al público, por lo que las numerosas personas que lo visitan cada año -desde hace 27 ediciones- ya pueden volver a entretenerse mirando las figuras de los oficios artesanos que dan nombre a este pesebre. Otro de los alicientes es averiguar qué nuevas incorporaciones hay, como por ejemplo un mercado artesanal, un carro cargado con muebles o un puente de ladrillo, por ejemplo. "Todo está hecho a mano, pieza a pieza, como las perchas de alambre del puesto de ropa del mercadillo, los rollos de tela, los tapetes, etc.", destaca Pedro Bennàssar.

Lleva dos meses ocupando todo su tiempo libre -los fines de semana al completo- para crear los nuevos elementos e instalar el belén en el zaguán de Cort, en un espacio más reducido que el que había hace varios años, antes de que el Ayuntamiento colocase los escáneres de seguridad de la Policía Local. "Desde que fue cambiado de sitio, he tenido que quitar piezas viejas para poner otras nuevas, porque todo no cabe", lamenta quien lleva casi dos décadas al frente del belén de Cort. Este año le ha ayudado su hijo pequeño, Juan, de diez años. Es la tercera generación de los Bennàssar encargada de montar el reconocido pesebre.

"Mi padre empezó con esto por casualidad", cuenta Pedro. "Yo tendría ocho o nueve años y un día traje barro del colegio para hacer trabajos manuales. Mi padre estaba casi inválido a causa de un accidente laboral que le dejó la espalda fatal y, para entretenerse, comenzó a crear figuritas con el barro que traje", relata. Lo primero que hizo en serie Damià Bennàssar fueron casitas de barro como regalo de Navidad. "Al principio las figuras eran rudimentarias, pero poco a poco las fue perfeccionando", añade su hijo.

En 1979 expuso lo realizado en la sede de La Caixa y su primer belén fue montado en el Pueblo Español durante tres navidades consecutivas. Al año siguiente lo expuso en la Misericòrdia y a partir de entonces siempre ha estado en el Ayuntamiento. Al morir Damià, cogió el relevo y la afición su hijo Pedro.

"En mi casa no hago belén", afirma quien pone gran esmero en el pesebre consistorial. Tanto es así que para que el pueblo que aparece representado tenga el día y la noche, ha fabricado su propio sistema de iluminación, "debido a la gran potencia que necesita", que tiene más de cien metros de cableado. También ha creado de nuevo la montaña y, para que parezca más real, ha combinado tierra y arena cogida en diversos lugares de la isla. "Menos mal que por mi trabajo me desplazo mucho", bromea Bennàssar.

Este aficionado a los belenes disfruta diseñando y fabricando nuevas piezas para ambientar las figuras creadas por su padre. Y reutiliza materiales de todo tipo, como por ejemplo una lata de refresco para construir el faro de Portopí, madera para las casas del pueblo, medio millar de tejas minúsculas para el tejado del Ayuntamiento, musgo traído del norte de Europa, porexpan con piedras pegadas para los muros, espuma de poliuretano para la montaña, etc.

Tiene en proyecto el castillo de Bellver y a medio construir está la muralla de Palma, el puente de sa Riera y una noria de agua. "Se puede hacer de todo, aunque se necesita tiempo y espacio para mostrarlo", concluye.