Entre Brondo y Unió hay un pasaje en forma de bastón que pasa inadvertido quizá porque haciendo caso omiso a su nombre apenas nadie pasa por él. La media luna reposa en un cielo de estrellas verdes y naranjas, con un diseño muy Bauhaus. Cuando miras el techo del pasaje tienes un billete gratis a cualquier ciudad de la Europa de entreguerras, puedes creer entonces que eres un personaje de Sandor Marai, pillado a contra pié en la historia.

Hubo un tiempo en que Gobernación estuvo situado en un edificio del pasaje, que en su origen miró a la Riera cuando fue can Brondo, y a su paso se consignó el vocerío de las protestas. Años más tarde, donde hoy se comen sushis estuvo la librería Tous; al frente el escritor Antoni Serra, echando pestes en la Terra inexistent. A su lado, Casa Codina.

Las galerías están dedicadas a Miguel Juan Ribas, un hijo de Vicente Juan Rosselló, creador de una de las industrias textiles de Mallorca más importantes del siglo XIX y que se extendió hasta los años sesenta. El embrión habría que buscarlo en un pequeño taller que el maestro tejedor y tintorero Gabriel Ribas abrió en sa Gerreria. Casado con una hija del artesano y heredera del negocio, Vicente le dio vuelta al calcetín hasta hacer de aquel obrador uno de los grandes emporios capitalistas de Palma. El primer centro fabril se localizó en sa Gerreria y de ahí se hizo mundo.

Joan Roca i Avellá detalló minuciosamente y hasta donde le permitieron los papeles encontrados -las primeras décadas son un desierto documental- el caso de Can Ribas, relatando la expansión de un pequeño taller telar hacia la gran empresa de lanas y algodón y otras telas.

No se achantó aquel hombre de pueblo cuando tuvo claro que había que invertir para ganar. Adquirió útiles y costosas máquinas como medida para aumentar la producción, al principio solo destinada al consumo local y con el tiempo, ya solicitada en la península y en el mercado internacional. En 1873 abriría en La Soledad una fábrica mecanizada que favoreció la producción a gran escala. Valencianos y catalanes se taparon con las mantas de Can Ribas.

Tal como detalla Joan Roca en su libro Llana, vapors, cotó i negoci, Vicente Juan Rosselló daba el perfil del hombre hecho a sí mismo, claro exponente del empresario moderno: abrió siete fábricas, con 700 trabajadores y una producción anual de 40.000 mantas de lana y más de 200.000 metros de tejido de algodón y con una facturación media de cinco millones de reales de vellón. Ni que decir que en los años de la guerra, el surtido de uniformes generó cuantioso beneficiosos.

Al fallecer, el nombre social del negocio sería Herederos de Vicente Juan. El último eslabón comercial que enriqueció a los Juan Ribas fue el negocio de telas Can Ribas, cerrado en 2005. En 2007 lo adquirió el Grupo Cappuccino hasta su cierre, dos años atrás. Palma pierde músculo pero aún permanece la memoria, aunque sea en un pasaje inadvertido.