Mateu o Mateo, qué más da, ni se le ocurra acercarse por la villa y corte en busca de ejemplo a seguir para situar Palma en la vanguardia de las ciudades españolas más atractivas para los visitantes. Si pasea por la Puerta del Sol podría convencerse de que Palma está muy limpia porque hasta el oso y el madroño están más sucios que un todoterreno después de atravesar Bangladesh en pleno monzón. Después de respirar más polvo que en el Sáhara, cabría la posibilidad de creer que sus dominios brillan más que los suelos porcelánicos de la Presley.
En una innecesaria visita al centro del centro podría llevarse la falsa impresión de que Palma es la urbe con un mejor mantenimiento del mundo. En un garbeo por Antón Martín, la calle Arenal o la plaza de Oriente vería cientos de baldosines levantados, árboles sin sustituir y bancos rotos -sí, en pleno centro, en los lugares por los que pululan miles de turistas-. En estas circunstancias podría deducir que si Ana Botella, este prodigio de la oratoria, ha obviado todo tipo de mantenimiento, incluso en los lugares más emblemáticos, Palma está perfecta.
No suba a un avión cuyo destino sea Barajas. Alguno de sus correligionarios, de esos que pululan por la calle Génova, podría convencerle de que organice un evento deportivo de gran trascendencia mundial -por ejemplo, un mundial de canicas, o de lanzamiento de boina vasca, o de carreras de burros marcha atrás- en el que derrochar el dinero que se necesita para limpieza, cultura y mantenimiento. Es lo que han hecho durante más de una década Gallardón y Botella con los Juegos Olímpicos y así han dejado su propia casa hecha unos zorros.
Madrid sigue beneficiándose de los museos nacionales que se pagan con dinero del Estado para negocio de la capital. Sin embargo, es tal el estado de abandono de la macrourbe que no sorprende que los turistas escapen de ella como de la peste y sufra caídas de 10% en el número de visitantes. Don Mateo, don Mateu Isern, nunca jamás se inspire en el Madrid actual. No es ejemplo a seguir. No viaje a Madrid.
