Alexander Fleming descubrió la penicilina, el antibiótico más utilizado en el siglo XX. Palma se suma a la lista de ciudades que rinden culto al científico. Una plaza en el Eixample de la ciudad, la crecida a partir del derribo de las murallas, recuerda al Nobel. En ella hay una cancha de cemento que sirve de improvisado campo de fútbol y otros deportes que tienen en la pelota su razón de ser. Entre los habituales, siempre en fin de semana y feriado, inmigrantes de origen andino. Corren que se las pelan aunque bolivianos, ecuatorianos y peruanos no tienen la misma fama en el deporte del balonpié que gozan argentinos y brasileños. Primera y Segunda División.

Es probable que alguna que otra lesión la hayan curado con la penicilina del doctor Fleming. Es probable que ni sepan, ni ellos ni muchos otros, que ese fármaco que les cura tiene principios activos paridos en el siglo pasado casi de manera casual. A veces el fútbol tiene más ciencia que la propia ciencia que descubre sus inventos y remedios en un maremagnum de causa efecto azaroso.

La plaza Alexandre Fleming es un organismo con unas células muy dinámicas, no importa que hace poco más de un año le restaran el tiovivo porque es plaza plaza. Lo que significa que vive lejos de ser territorio de franquicia ya que el pequeño comercio tiene nombre y apellidos. Significa que en los bares Milán y Venecia, éste en la cercana Archiduque Luis Salvador, te sirvan el café con leche y el Amazonas quien desde décadas te llama por tu nombre. En el Venecia, contemplar una partida de ajedrez o de truc es vislumbrar un Cezanne en la Palma extramuros, quizá, hoy por hoy, la ciudad con más tejido propio.

La plaza más química de Palma tienen una inmobiliaria reja en la entrada del aparcamiento de la cancha en la que se venden y alquilan pisos. A unos metros, el partido amistoso de los andinos está llegando a su fin.

En el día festivo, una joven negra que va en silla de ruedas está con la mirada perdida y su amiga, o quién sabe qué, mira para otro lado. Diálogos de silencio que suelen mantener las personas incluso cuando están en la vía pública. Sin disimulo. Como quien está en casa. Puertas para adentro. Para desmentir que las ciudades cada vez son más uniformes, anodinas, hay que descentrarse de ellas.

¿Cuántas plazas dedicadas a un Nobel existen en Palma? Que yo sepa ni Cela tiene una, y eso que vivió en la ciudad; calle sí tiene, pero no plaza. ¿Hay diferencia entre que a uno le dediquen plaza o calle? ¿Hay jerarquía para las arterias? ¡Por supuesto que la hay! Nada es más ingrato que la genética, altiva y sin piedad, marca el devenir como lo marca el haber nacido en una calle con árboles y agua corriente o el haber nacido en el otro lado de la moneda: en la cruz.