Algunos no entienden el fútbol sin un enemigo para siempre. Ocurre entre merengues y culés. Y en Mallorca, entre mallorquinistas y balearicos. El Atlético Baleares nació con otro nombre en 1920 como fruto de la fusión entre dos pioneros de este deporte, el Mallorca F. C. -recuérdese que el archirrival se llamaba entonces Alfonso XIII- y el Mecánico. El nuevo club tuvo que disputar los primeros encuentros en el velódromo de Tirador o en el campo de Bons Aires, propiedad de los señoritos del club realista, una afrenta que los recién llegados intentaron evitar cuanto antes mejor.

Directivos y aficionados emprendieron un plan de ahorro hasta que lograron arrendar un terreno de alfalfa en el predio de Son Canals, en la barriada de los Hostalets d´en Canyelles. Era un campo de fútbol rodeado de otros campos de huerta o de secano. El club trasladó su sede al bar Triquet y en seguida se pusieron manos a la obra para culminar el proyecto. El campo debió ser coqueto porque estaba rodeado de palcos para mayor comodidad de los espectadores. Finalizados los trabajos, la inauguración se celebró el 24 de julio de 1924 con un partido que enfrentó a los locales contra el Iluro F. C., campeón de Barcelona de segunda categoría. Las instalaciones fueron bendecidas por el sacerdote Antoni Ferrari, quien "alabó el campo luminoso y ventilado" en el que "se robustece la vida material, siendo así, llueven sobre este campo, cual lluvia de estrellas, las bendiciones del cielo". Después de tanta poesía eclesiástica comenzó el partido, en el que los invitados no tuvieron compasión del anfitrión y vencieron por 3 a 1. Los espectadores habían pagado 1,50 pesetas si eran hombres y 0,50 en el caso de tratarse de mujeres o niños.

El campo de Son Canals proporcionó muchas alegrías a los baleáricos, pero también una buena colección de sinsabores, ya que los blanquiazules se convirtieron, y siguen siéndolo, en especialistas en ascensos frustrados. El 8 de mayo de 1960 dijeron adiós a Son Canals y estrenaron el Estadio Balear, unas instalaciones pensadas para la categoría de plata y que, cansadas de esperar, han sucumbido al mal de la aluminosis.