No faltó ni el gato negro en la escena. Todos los Santos hace doblete. No le basta un día. Lleva años haciéndolo pero cuando el tributo a los muertos cae en viernes, el puente es tentación grande para no ceder. El jueves se convierte entonces en un remedo de peregrinación. El camposanto se convierte en un campo de pruebas. Quien más quien menos hace algo: barre, limpia, lustra, planta, siembra.

En la manzana 71 hay movimiento. Las hermanas Fernández, Isabel y María, engarzan flores de tela en una maqueta de porexpan en forma de medio arco. Su primo Antonio González las contempla enhebrando cigarrillos. Un hermano muerto hace décadas y los padres, un poco menos, están acompañados de un decorado digno de una feria. Flores blancas y azules, con los pistilos hechos con alfileres de colores. "Llevan haciéndolas desde la madrugada", señala el primo Antonio. "Uy, y este año no es ná.... En comparación a otros... ¡Llenábamos las paredes de la tumba, de arriba a abajo", señala Isabel. María, sentada, remata la escena, muy a valleinclanesca: "Los muertos no se olvidan".

Un segurata privado hace de policía urbano y controla la entrada y salida del cementerio de Son Valentí. "Solo pueden entrar hoy. Mañana (por hoy) la gente tendrá que llegar aquí caminando", señaló. Un total de 50 agentes de la Policía Local velará por la seguridad y fluidez del tráfico en las zonas cercanas al cementerio. Se podrá estacionar en los aparcamientos de los solares de Iberostar, de Carrefour y en Eroski y Decathlon en el polígono de Son Valentí.

No hay sexismo en el camposanto. La limpieza de tumbas no tiene género. Un hombre barre que te barre. Pasa el camión de la empresa funeraria y se escucha un trino desde la ventanilla: "¡Esto es la catarsis". Margarita y María Amer han concluido la faena en las tumbas de padres, suegro y un hermano. Hoy es el aniversario de la muerte de mi padre. Nunca se nos podrá olvidar ningún 31 de octubre desde hace 37 años", manifiestan. Han depositado crisantemos. Están satisfechas con el aspecto del camposanto: "Este año hemos notado mejoras porque las aceras están mejor".

En las Ramblas hay trajín. La venta de adornos florales, de rosas y claveles y de tiestos con las plantas que habitualmente acompañan a los muertos va acelerando el pulso.

Cati Pérez lleva 42 años despachando en Flores Katy. Hombres y mujeres, "sobre todo más mayores porque los jóvenes, esto de ir a los cementerios, no sé yo", adquieren flores para sus difuntos. A 3 euros la rosa y por 15 euros, una docena de claveles. Son las ofrendas más populares. Recuerda que "no hemos subido precios desde hace un par de años". "La vida no está para flores", apuntala cual sentencia, digna de epitafio.

"La Paca gastaba animaladas"

Desde el puesto de Flors Mercé recuerda el dispendio que hacía la Paca para homenajear a sus muertos. "Se gastaba animaladas", apunta una empleada. Era de las que compraba centros a más de 70 euros el ejemplar.

En Son Valentí el gato negro se solaza al tibio sol. Petra ha concluido el lustre el panteón de los Salas Truyols. La verja está engrasada, el interior impoluto. Las mariposas preparadas para ser encendidas. "La señora María vendrá mañana".