En una quijotesca lucha contra los molinos de viento, ayer tres policías y un traductor trataron de poner fin al botellón en la Platja de Palma. Pero la ordenanza que prohíbe las concentraciones alcohólicas nocturnas en la zona se quedó en papel mojado. Lo de anoche, el primer día de entrada en vigor de la prohibición, se quedó en una mera operación de marketing y un intento vano de mejorar la imagen de la principal zona turística del municipio. La falta de medios policiales supuso que los esfuerzos de los agentes municipales fueran como dibujar rayas en el agua.

El veto comenzó ayer a las 22 horas. Se aplicó entre los balnearios 5 y 7, aunque la norma solo incluye la zona del balneario 5 al 6. A esa hora, una pareja de policías locales de la unidad del litoral acompañaron a pie a un traductor de alemán e inglés. Les seguía un coche patrulla y un camión de Emaya con un único operario.

Todos ellos circulaban por encima del paseo, junto al muro que lo separa de la playa. El traductor se detenía ante cada grupo de turistas que consumía alcohol y les informaba de la norma que prohíbe consumir alcohol en la zona.

Los guiris, en su mayoría alemanes, reaccionaban con extrañeza y desconcierto. Al ver a los agentes uniformados, hacían caso de la advertencia. Los más sobrios tiraban el alcohol e incluso pronunciaba un "gracias" en castellano. Pero la mayoría de turistas optaba por irse a la acera de enfrente a seguir la juerga, porque allí la policía no les perseguía. Desde la lejanía, se mofaban de la norma del ayuntamiento de Palma. "Esto es una tontería", espetaba un alemán afectado por el alcohol.

Los policías destacaron a este diario que lo de ayer solo era una campaña informativa. "Tenemos orden de que no haya nadie bebiendo en el paseo. Pueden irse con las botellas a otra parte, pero si se quedan aquí les requisaremos el alcohol", decía un agente local.

A diferencia de lo que se hacía el año pasado, cuando se barría y se limpiaba la zona con agua a presión, el único operario de Emaya no recogió ni una sola botella del paseo, ya que solo tenía orden de conducir el camión.

La aplicación de la norma antibotellón supo a poco. Además de los medios locales, un periodista del diario alemán Bild, que la semana pasada puso verde la Platja de Palma, también siguió de cerca el desarrollo de la operación. "Esto es un sinsentido y una pérdida de dinero público, no sirve para nada", decía el plumilla con asombro.

Para la mayoría de sectores turísticos de la Platja de Palma, la ordenanza que entró en vigor ayer es demasiado tibia. La prohibición del botellón solo afecta durante la noche (de 22h a 8h), pero la vigilancia de las malas prácticas solo se realiza de 22h a 1h. Además, los empresarios también se quejaron de que se han destinado pocos efectivos policiales para esta labor de concienciación.

Los hoteleros, en boca de su líder patronal, Francisco Marín, evidenciaron su escepticismo. No obstante, se mostraron contentos por este primer paso. También lo manifestó así la Asociación de Actividades Turística de Platja de Palma, que es la que paga el traductor. Para esta entidad, "la desaparición del botellón no se conseguirá esta temporada, pero con este sistema el mensaje irá calando en los turistas".

Los efectos de la persecución del alcohol en el principal enclave turístico -y económico- de Ciutat solo se podrán evaluar al acabar el verano. Será entonces cuando se evidenciará si el ayuntamiento ha conseguido mejorar la imagen de la Platja de Palma o si los molinos, pese a estar ebrios, vencieron a Don Quijote.