En Palma no íbamos a ser menos. Si el Rockefeller Center de Nueva York cuenta con un Atlas, esculpido por Lee Lawrie, nosotros tenemos también nuestro Titán. En una de las calles de Cala Major hay un edificio de varias plantas que tiene una estatua de ese joven esforzado. Esculpido en bajorelieve, uno lo ve desde abajo y el sufrido cuerpo de ese hombre esbelto queda magnificado por un ojo que se inclina ante su fortaleza. Quizá también frente a su infortunio.

El mito le atribuye a este hijo de Zeus haber sido castigado por el pater familias a cargar con los pilares de la Tierra sobre sus hombros. Todo el peso de la humanidad sobre un cuerpo joven, atlético sí, pero bisoño.

Se le ha reinterpretado con una rodilla en el suelo porque ni siquiera un titán es ligero si tiene que acarrear el mundo. Tamaña responsabilidad ha encontrado eco en otros lugares desde la antigua Grecia y Roma al siglo XX. En el Palacio Linderhof también hay una estatua dedicada al sufrido portador.

¿Por qué nos gustará tanto ver en otros el esfuerzo que nosotros no hacemos? Los vivas a los atletas, a esos rostros llenos de sudor y lágrimas levantando un cuerpo delgado para desafiar a la ley de la gravedad y elevándose con una pértiga, o el rictus que se les queda a los atletas arañando segundos de su contricante a dos pasos de la meta siempre me han producido una cierta desazón. Un poco parecida al ver, ahí en la trasera de Cala Major, a ese hombre acarreando el mayor peso, el del mundo entero, con todas las culpas, los estragos, las penas, las lágrimas, los odios, los amores, las miserias, las esperanzas, las injusticias. ¿Cuánto pesa una lágrima? Todo el peso del mundo, piensa Atlas.

Hay un edificio en el Paseo de Gracia en Barcelona, era la sede de un banco, quizá ya no, que tiene esculpida en su fachada un friso en el que se ve el rostro de una mujer, que también parece el rostro de la luna como cuando algunos pintores han querido humanizarla, que no inquieta. Cuando pasas delante de ella y la miras, ella te sigue, te persigue, hasta el final del tramo del paseo. La estatua cobra vida y a veces hay quien ha hurtado mirarla porque temían convertirse en estatuas de sal como le ocurrió a Edith.

Palma es bíblica, humildemente bíblica. Es mitológica en un barrio al que solo se le ha consignado una cierta fama bien distinta a la del mito, aunque también entre su turismo de alcohol barato, hay quien lleva todo el peso del mundo en la bolsa de los ojos, en una mirada que arrastra los pilares de una Tierra que está en un suburbio de Londres.

Atlas es el nombre que después usaría Mercator para designar ese mundo de mapas, y también es el nombre de la cordillera que atraviesa Marruecos. En anatomía se le llama atlas a la vértebra del cuello que soportó el peso aquel Titán, que descubro vive en Cala Major, dando nombre a un edificio de pisos desde el que mirar lejos. Atlas solo pide que le propongamos un lugar en el mundo para aligerar su equipaje.