La imagen resulta cotidiana en Ciutat. Un anciano quiere atravesar un paso peatonal regulado por un semáforo. El aparato cambia de color a gran velocidad y la persona mayor se ve obligada a acelerar el movimiento para poder llegar al otro lado sin peligro de ser arrollada en el intento. Los conductores se impacientan y empiezan a apretar el claxon.

El colectivo de la gente mayor lo tiene difícil para moverse por algunos puntos de la ciudad con tranquilidad sin la sensación de poder sufrir algún accidente o atropello.

Algunas de las calles que confluyen con las avenidas son las que presentan más riesgos para viandantes de avanzada edad. La presidenta de la gent gran de es Fortí, Toñi Medina, no duda en apuntar algún ejemplo: la esquina entre Miquel dels Sants Oliver y la avenida Portugal.

Incluso hace tres años solicitó a Cort que las señales lumínicas tengan una mayor duración pero no ha recibido ninguna contestación. "Gran parte de las personas mayores tienen escasa visión y carecen de suficientes reflejos auditivos y visuales así que pedimos una prolongación del tiempo en que el semáforo está en verde para ayudarles ", sostiene Medina.

La representante de la Federación de Personas Mayores de Balears, Lluïsa Marqués, coincide en este aspecto: "Algunos semáforos no están interconectados y cuesta atravesarlos a paso lento".

La crisis económica también ha provocado una mayor movilidad de la gent gran. Lluïsa Marqués recuerda algo ya conocido: "Los mayores están ayudando a los hijos y salen más de casa para ir de compras o recoger a los nietos en el colegio". Las personas mayores de 65 años representan más del 13 por ciento de la población de Palma y en el 2017 podría alcanzar el 16 por ciento, según el Anuario del Envejecimiento.

Los semáforos situados a la altura de los grandes almacenes de la avenida Alexandre Rosselló entre el estanco y una entidad bancaria son otro ejemplo de señal lumínica con una escasa duración en la que la gente mayor debe ir con cuidado en el paso de peatones. En otras ciudades como Nueva York existen modelos de señales lumínicas para la regulación de la circulación que amplían su duración adaptándose a las necesidades de los mayores. Los autobuses son otro de los espacios que resultan complicados para los mayores. Una parte de los vehículos tienen los asientos traseros más elevados y son inadecuados para usuarios con falta de estabilidad. Al menos es lo que advierte Toñi Medina. "Tengo 58 años y los jóvenes están más pendientes de sus móviles que de cedernos el asiento en el bus. Ocupan las barras de sujeción más bajas y no llegamos a las altas", explica. En una parte de las paradas de autobús de la EMT hay plataformas pero en muchas otras el nivel entre el suelo y la entrada al vehículo motorizado es demasiado elevado para mayores. La lectura de los paneles informativos puede representar un inconveniente para los ancianos que necesitan conocer los horarios o recorridos. En unas ocasiones están demasiado altos y en otros son diminutos. Aina Canals es una anciana que opta por el bus para moverse por Ciutat y se queja de esa altura que debe sortear con frecuencia.

"Las personas que van con bastón lo tienen peor para evitar ese obstáculo. Muchos jóvenes no respetan nuestras dificultades y pasan por delante", lamenta esta usuaria. La Federación de Personas Mayores quiere realizar una encuesta a las entidades asociadas para que informen sobre los espacios de Palma que presentan mayores dificultades de movilidad porque es un problema que les preocupa.

El recorrido por el casco antiguo también llega a representar un obstáculo diario. Toñi Medina organiza excursiones para los 680 socios de su entidad. "El centro de Ciutat está excluido del itinerario por el robo de bolsos y por la dificultad para moverse", manifiesta Medina. La Costa de sa Pols y las escaleras que conducen a la plaza Major desde la Rambla representan una empinada cuesta que resulta complicada para subirla sin perder el aliento.

Centro de obstáculos

El mobiliario urbano que invade el espacio para viandantes complica el camino de los mayores. Joan Garriga preside el club de gent gran de Camp Redó, uno de los más antiguos de la ciudad, que tiene más de 1.400 asociados. "Recorro la ciudad caminando cada día y me encuentro farolas y otros obstáculos que ocupan las aceras demasiado estrechas", lamenta Garriga. Las bicis y las barras para su estacionamiento en la calle son otros de los impedimentos habituales que obligan a bajar a la calzada.

Depositar la basura en los contenedores verdes se convierte en una acción complicada ya que la tapa de los depósitos tiene mucho peso y la palanca está a gran altura. "Son demasiado altos y pesados. Algunos superan los 1,50 metros", critica Garriga. Toñi Medina aboga por cambiar el modelo de depósito para evitar complicaciones. La odisea cotidiana de los mayores se agrava en el actual pavimento de pizarra de la plaza España, un espacio convertido en pista de patinaje que provoca la caída de personas mayores.